Sentada del 1 de agosto de 2013


LOS TRES PILLASTRES
Alfonso
Los recuerdos me llevan donde no pueden hacerlo mis piernas.
Los más felices de mi vida se relacionan con los años de la infancia, mis hermanos, y alrededor de la Navidad, cuando la ataxia aún me andaba rondando y el alcohol no se había apoderado todavía de la conciencia de mi padre.
Solíamos ir los tres de casa en casa, pidiendo el aguinaldo. Y casi siempre nos daban unas rosquillas, alguna fruta, y muy pocas veces algo de calderilla, que luego nos repartíamos a partes iguales.
Algunas veces nos salía una vieja con muy mal humor, diciendo que no estaba para músicas y que fuéramos a darles la lata a nuestros padres. Nosotros la llamábamos vieja pelleja, y cuando la pobre señora nos quería sacudir con su escoba, salíamos corriendo escaleras abajo gritando la misma cantinela: vieja pelleja, vieja pelleja…
Del día de Nochebuena no se me olvida el olor a los guisos de la carne y el pescado que percibíamos al subir las escaleras. Y, sobre todo, cuando nos abrían las puertas de las casas, donde las mujeres andaban muy atareadas preparando la cena. Éramos así de inoportunos a posta y, en esos momentos, nos daban lo que fuera con tal de perdernos de vista, sin esperar siquiera a que le diéramos las gracias con un villancico, que apenas sí lo habíamos ensayado.
Nuestras andanzas no se limitaban a las fiestas navideñas. También se nos podía ver en el campo, matando pájaros con tirachinas o robando fruta en los huertos o buscando caracoles, que luego metíamos en bolsas para irlos vendiendo por las casas o los bares. Y en el buen tiempo, bañándonos en calzoncillos en el río Segura.
Estos recuerdos de mi infancia con mis hermanos son los que me han ayudado a no tirar la toalla ante los peñascos que me fue poniendo la vida delante de mi silla de ruedas, durante el tiempo que me permitieron tenerla…
Sin la silla eléctrica, la vida me va todavía peor, pero eso lo contaré en otro momento.

MINIATURAS / XLVI
Iñaki
Podría decir muchas cosas,
podría decir siempre,
podría decir quiéranme.

No quiero entender,
no quiero saber,
no quiero porque no quiero
ni sé querer.

No, porque no sé,
¡no! Y no sé por qué,
¿porque nadie me ha dicho
qué tengo que saber?

Gotas de lluvia,
gotas de sabor,
gotas de recuerdos,
gotas de un buen amor,
gotas y más gotas,
lágrimas de un buen amor…
Gotas.

Palabras del averno,
palabras del pasado,
ni el averno es palabra
ni el averno es averno:
somos nosotros.

Queréis,
sabéis,
estáis.
¿Quién está
cuando no sabéis?
No hay nadie.

Un silencio,
un clamor,
un cariño.
Para mi rock and roll
simplemente cariño,
cuéntame.

DESENGAÑO
Laura
Se dice que a los quince años ya se tiene un poco de cabeza. Y también que a esa edad el enamoramiento es ciego. Todo es verdad si no te equivocas demasiado.
Mi amiga Elena, sin embargo, me defraudó mucho cuando se enamoró de Jaime. Yo no lo podía entender, pues tenían un carácter totalmente distinto, ella muy dominante y él demasiado distraído. Pero tenían quince años, creían saberlo todo ya y no descubrieron su error hasta que unos años más tarde decidieron vivir juntos y se olvidaron del resto de la pandilla.
Encontraron un apartamento por la zona de Cuatro Caminos. En sus primeros tiempos todo era color de rosa. Si uno quería salir a dar un paseo, el otro, antes de contestar “sí, cariño”, ya se ponía las zapatillas de caminar. Si uno decía “me gustaría ir al teatro”, al otro le faltaba tiempo para buscar en la Guía del Ocio la obra que más le pudiera gustar. Si uno sugería salir a cenar, el otro, aunque estuviera cansado, contestaba disimulando “es lo que más me apetece en este momento”.
Nadie se explicaba cómo o por qué cambiaron las cosas. Ni siquiera ellos mismos. Sucedió lo que nadie se esperaba, salvo yo. Sin motivo aparente, incluso para ellos mismos, se fueron distanciando el uno del otro y perdieron la confianza. Discutían por cosas sin importancia y eso nunca había ocurrido antes. Y las peleas se convirtieron en un calvario.
Ni siquiera se pusieron de acuerdo en cómo separar sus vidas y terminaron recurriendo a sus respectivos abogados. A base de denuncias y juicios sólo consiguieron aumentar su odio mutuo. Se arruinaron económicamente y, lo que es peor, se destruyeron como personas.
Esta fue la consecuencia de sus errores de adolescentes. Pero no sé por qué digo yo esto, como si los adultos no los cometiésemos igual. En fin, que ahora tengo yo tarea con mi amiga Elena, recomponiendo el puzzle.

No hay comentarios: