Sentada del 30 de mayo de 2013



CUADERNO AZUL / 10
Carmen
Abuelo, no me pidas imposibles y escribe tú sobre el fin que quieras, el fin de la vida, el fin del siglo, el final de la muerte o el final del que nadie haya escrito, que me han dicho que todo fin lleva un principio, o el fin del sol, que nos dejará helados.

Quizá sea una vaga empedernida, como un río en su curso final y perezoso o una tortuga parsimoniosa que no sabe dónde va, una persona abúlica que le cuesta empezar a hacer las cosas, muy indecisa. Si me preguntas, diré que lo que más me gusta son los niños y los perros, los pasteles y la buena mesa, pero lo que me gusta de verdad es hacer el vago, aunque luego me siento culpable de serlo.

No quiero ir al taller hoy, me quedo en la cama, ¡y que no venga la camarera, que la echo a patadas! Hoy no me levanto. ¡Ay, cómo me gustaría pillar con mi silla a una cuidadora de estas gruñonas! – ¡Ya, la pisé y le han escayolado un pie, qué alegría! – O bajar al parque, coger todas las cacas de perros posibles y esparcirlas por el cuarto para que resbalaran todas las gruñonas. O dejar la ventana abierta en un día de lluvia y que se empape la habitación.

Tengo un compañero muy bruto que me hace compañía. Apenas le guardo simpatía, ni siquiera sé por qué le soporto a ese fulano, quizá porque me aburro. Viejo y con tirantes, es un ignorante. Siempre que los demás me ven con él, se ríen por debajo. Pero me entretengo un poco con sus payasadas, aunque a veces tengo la sensación de hacer el gilipollas.

Quisiera pasarme una tarde rompiendo ceniceros. O mejor, ser más ordenada y pasarme la tarde arreglando mi cuarto, que el desorden y yo somos lo mismo en conjunto.

Compraron pasteles el día de mi Primera Comunión. Después de comer, me arrastré como pude hasta alcanzar la mesilla y acabé con ellos, y eso que había comido bastante. Después mi madre se llevó una bronca de la monja que me atendió en urgencias. Quién pudiera volver a aquellos días… Sólo me queda ya de la niñez que no soy madrugadora. Lo diferente en mí sería levantarme temprano.

Un amigo mío se estaba besando con su novia en la residencia. Y yo allí, mirando sin saber qué hacer. Vaya carrerón que lleva el tío, es su tercera mujer. Y ella dejó por él a su amor de toda la vida, ¡vaya culebrón! El caso es que yo les veía dándose doscientos besos y no podía dejar de mirar, allí, sin comerme una rosca, qué envidia. Si lo piensas bien, también es divertido verlos, qué melosos.

Sería hermoso haber nacido en el siglo XVIII, aunque soy consciente de que habría que ser de marquesa para arriba, y no precisamente coja. Quién pudiera haber compartido salones, espejos y herretes con María Antonieta o Mozart, pero sin bastillas o castrati. Me hubiese gustado ponerme un traje ampuloso y conocer las intrigas en la corte o en los Estados Generales, los genios del Siglo de las Luces, eso sí que fue una movida cultural. Y la movida de la moda, aquellos trajes tan maravillosos… Manejar el lenguaje del abanico, las liaisons dangereuses, los amantes…

DESCUBRIENDO AL HÉROE
Laura
Antonio es una gran persona. Todos los días nos deja las calles del parque limpias, y más ahora que termina el invierno.
Vivo en un lujoso palacete en la Avda. Alemania, nº 14, 2ª Planta, y tengo un enorme ventanal en mi habitación que me permite ver todo el campo del parque. Yo estoy enamorada del campo.
Antonio limpia y limpia con su escoba las hojas que se caen de los árboles y el resto de las basuras del día.
Viste un mono de color verdoso, muy ancho para tener buena movilidad de brazos. Sus pies están bien abrigados con botas impermeables y fuertes, no le importa el agua de lluvia ni los charcos. En sus manos lleva guantes que además de darle calor le protegen de posibles pinchos y de mancharse con cosas podridas que se encuentra y no puede recoger con otros útiles. Cuida con esmero sus manos porque son sus mejores  herramientas de trabajo.
Es muy educado con las personas que se encuentra aunque no las conozca de nada. Respeta la naturaleza y los animales, deja a los pájaros revolotear a su alrededor y disfruta con ellos.
A media mañana se sienta en un banco del parque a la sombra de un árbol, saca de su vieja mochila un buen bocadillo y algo de fruta; nunca olvida su bota de vino, que le sabe a gloria. Tranquilamente disfruta de su cuarto de hora de descanso, más o menos, comiendo su tentempié. Como madruga mucho y el vinillo también hace su efecto, no tiene reparo en dar un par de cabezadas.
Un perrillo, mascota de una señora, se le acerca  al banco, olisqueando los restos de la comida de Antonio. Entonces se despierta, abre los ojos y se ríe para sí mismo. Permanece un poco más sentado. Observa orgulloso lo bonito que está quedando el parque y escucha el canto de los pajarillos.
Dos personas pasean junto a él comentando: “¡Qué limpio y bonito está todo!  Y Antonio, que oye el comentario, se siente orgulloso por ser el dueño del parque.

LA DIFERENCIA
Conchi
A mí me gustaría casarme con una persona de color y tener mucho dinero para llevar con más estilo mi cojera. Y me gustaría tener hijos y hacer un crucero. En realidad, ya tuve a un amigo de color. Yo les tenía un poco de manía a los negros porque en mi casa unos vecinos de color habían tirado a un tipo por la ventana y, además, no dejaban dormir a nadie con sus músicas. Por eso les cogí un poco de manía.
Aquel día oímos que la mujer gritaba: “Hijo de puta, te voy a tirar por la ventana, te voy a rajar”. Y al rato se oyó un golpe y alguien comenzó a volar a toda prisa desde la ventana. Todos estábamos mirando. “Se ha matado”, decía la vecina, pero mi madre tenía las cuerdas llenas de ropa y gracias a esas cuerdas llenas de ropa no se mató.
En fin, que todos merecen su oportunidad, pues todos tenemos los mismos derechos, pero también opino que va a llegar el momento que nos vamos a llenar de gente de color y nada más que va a haber población negra y habrá más niños negros que otra cosa.
No había dicho que mi amigo de color era médico, traumatólogo. Incluso tuve una experiencia con otra persona de color que era testigo de Jehová, un negro muy bueno que se fue de aquí porque quería formar una familia. Tuvo hijos y se buscó un trabajo.
Me gustaría que mi novio negro no fuera como Leonardo di Caprio y que tuviera un coche rojo descapotable para ir a la discoteca, al baile, al cine, a la piscina, a la playa.
Y que tuviéramos un bungalow que tuviera váter adaptado, porque cuando voy por ahí tengo que estar siempre dependiendo de si habrá o no habrá lugares para mear en condiciones. Que el bungalow tenga todo: cocina, la puerta más ancha, piso bajo, porque nos haremos mayores y mi negro no podrá conmigo.
En fin, que yo estoy muy contenta donde estoy, es un decir, aquí, en el CAMF, pero me gustaría que hicieran los centros con más gente joven, que no hubiera tanta discriminación con los jóvenes, pues va a llegar un momento que vamos a ser todos gente mayor, o sea, que voy a estar rodeada más de ancianos que de gente joven.
Pues el día que yo llegue a esos años a ver dónde me meten, a ver si me tiran al cubo de la basura.

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