Sentada del 4 de julio de 2013


LA PASIÓN DE CREAR
Peva
Yo estoy siempre escribiendo, o sea, creando, porque cualquier palabra mía en una cuartilla –o en la pantalla del ordenador– es el comienzo de una buena novela, que las novelas malas no las escribo yo. La manera de vivir de una coja es un continuo renovarse, lo cual te preserva de caer en la desidia y el aburrimiento. Esto, en los tiempos que corren de pobres seres humanos con la cabeza hueca, que hay tantas cabezas huecas como arena en las playas, es una gran suerte.
Os lo aseguro, mi vida es muy creativa. Yo, y las personas como yo, desconocemos vuestras obligaciones de personas estresadas. Por no tener, no tenemos ni esa hipoteca que os está causando tan grandes males, del tipo de comeros el coco o dejaros sin el alimento para vuestros hijos. Nosotros los minus podemos, los que no cometimos el error de ponernos a trabajar, dedicarnos al arte, que es un campo infinito.
Para la creatividad no todo el mundo está capacitado. No es tan fácil tener vacía la cabeza y hacer sitio en ella para el humo, que no otra cosa es una obra de arte, mucho humo y un poco de constancia. Para ejercer de creativa como yo, no hay más que dejarte llevar por la imaginación a cualquier parte del planeta, o dejar que tu mano escriba chorradas como estas que escribo ahora mismo, que no importan a nadie pero que a mí me entretienen.
Pero las hay que gustan al personal y entonces se produce el milagro: tus chorradas sirvieron para salvar la tarde de un pobre hipotecado.
En fin, que yo suelo crear para mí, y si sale bien, le gusta al personal, y si sale regular, me gusta a mí. Porque a mí siempre me salvará del tedio la escritura, lo cual al fin y al cabo es lo que importa. Si entretienes al personal, entonces ya es la leche, aunque tampoco importa mucho. Siempre lo he dicho: a mí me dan una hoja en blanco y es el mejor regalo: hasta que no la embadurno no paro. Yo creo que nací para ensuciar hojas, lo mismo que Miguel Ángel para ensuciar paredes.
El pintor coge los pinceles y pinta. Poco a poco, la pared le devuelve el tema que pintaba: eso es crear, pintar unas figurillas que ¡de repente! otros también saben leer como tú las leías en tu cabeza. Así fue como se pintó la Capilla Sixtina, con un ataque de fiebre que nos ha dejado al personal con los ojos a cuadros, a todos los que tenemos la capacidad de emocionarnos y el tiempo para disfrutar de esa emoción.
Pues lo mismo pasa con mis cuentos, que si he recordado ahora a Miguel Ángel es por eso, porque a los dos nos ataca la fiebre de la misma manera. Nos sobra tanto calor que lo regalamos a los pobres mortales, dándoos la posibilidad de contemplar maravillas o leer páginas cojonudas.

CELOSA
Laura
Ha pasado casi un año desde que Fernando le hizo tilín a Ana. Ya se conocían de vista mucho antes, pero ese día comprendieron los dos que nacía algo más que una amistad.
En efecto, casi sin enterarse se hicieron novios. Fernando se encontraba muy orgulloso de su Ana. Solían citarse una vez a la semana en la cafetería donde se sintieron de una forma especial. Siempre se tomaban un refresco, aunque no hiciera calor. La conversación era rutinaria sobre sus vidas y sus gustos. Así se iban conociendo mejor.
Fernando estudiaba ingeniería y compaginaba sus estudios universitarios con cursillos de informática que le ayudarían para su futuro trabajo. Su pasión favorita era la guitarra. Salía a menudo con los tunos de su Facultad y esto no le hacía ninguna gracia a Ana, eran demasiadas las veces que la dejaba plantada.
Y Ana comenzó a preocuparse por la vida libertina –según ella– que su novio llevaba. Como desconfiaba de él, cierto día se presentó de incógnito en la plaza donde cantaba la tuna y sufrió mucho al ver cómo su tuno preferido se rozaba con las jovencitas que le coreaban.
Ana aguantó poco rato allí, desapareció de la escena y se marchó muy triste para casa.
Cuando volvieron a verse, Ana apareció muy seria, no se le había ido de la cabeza la tontería que su novio se traía con sus jovencitas admiradoras.
Pero a Fernando no le apetecía nada dejar la tuna. Por más que le explicó a su novia que seguía enamorado de ella y que lo de la tuna era normal y nada serio, Ana no le creyó.
Estas escenas duraron varios meses, meses de sufrimiento hasta que terminaron separándose.
Ya no se ven, aunque Ana sigue enamorada de Fernando y Fernando de Ana, pero los celos los han separado.
(¡Qué lástimaaaaaaa!)

XENOFOBIA
Rafa
Xenofobia es lo que sufrí, sufro y sufriré.
Me explico: he sido y soy una persona que siempre ha padecido de los pies y, en consecuencia, he caminado mal. Nadie me ayudó a ponerme en condiciones de caminar bien.
Tengo 56 años y mi enfermedad se desarrolló a los 31 más o menos. Me ingresaron en el Hospital de Valladolid por un problema de cefalia, aunque el médico de cabecera me diagnosticó hidrocefalia y en consecuencia me mandaron al neurocirujano.
El mismo día que el neurólogo me vio me metió en el quirófano y desde entonces estoy entrando y saliendo con demasiada frecuencia. En la primera intervención me colocaron una válvula que me cogía desde la cabeza hasta el vientre y por ahí soltaba el líquido cefálico.
Al mes de la operación tuve un traumatismo encefálico y perdí la válvula. Después me han hecho otras seis operaciones en la cabeza con el resultado de terminar en una silla de ruedas. Y en ella sigo.
Yo no soy xenófobo, pero sí lo son conmigo. Desde niño se burlaba todo el mundo de mí por mi torpeza con los pies, me tomaban el pelo y se reían como si yo fuera chistoso.
He sufrido lo mismo en todas las etapas de mi vida. Y se acentuó con los dolores de cabeza. Ya no hago caso a la gente, me he acostumbrado a vivir con la xenofobia de los otros.

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