Sentada del 16 de mayo de 2013


MINIATURAS / XLIII
Iñaki
Nunca lo digas,
nunca digas que me quieres,
nunca digas que no me quieres,
simplemente, quiéreme.

Ese guiño de ojo
me dejó cojo,
ese guiño de ojo
me dejó tuerto,
otro guiño tuyo
y habré muerto.

Un paso atrás,
me tengo que retirar
de esa emoción,
me tengo que retirar de tu amor.

La calle interminable,
la calle callada,
la calle es una montaña
de secretos.

Un amor que no me escuche
no es amor,
un amor que no me entienda
no es amor,
nunca podré… con un amor.

Decías que escribías,
decías que llorabas,
lo decías,
que no aguantas más bromas.

Porque no me dejan
dejar hacer
con buen hacer,
hay que dejar,
¿o hay que hacerlo?

Y porque no puedo ser libre
porque mi gente no lo entiende,
tendré, lo necesito, que
ser libre con mi gente.

BEGO ES MUY GRACIOSA
Laura
Ana es una madre muy ocurrente que disfruta de muchas situaciones graciosas con sus cuatro hijos. Los dos mayores ya van al colegio. Ella ocupa la mañana haciendo las tareas de la casa y cuidando a los dos más pequeños. A pesar del trabajo que esto representa, siempre está de buen humor. Tinín es bebé y se pasa mucho tiempo durmiendo en la cuna, mientras su hermana Bego corretea por toda la casa entretenida con juguetes de toda clase.
Pero el juguete que más le gusta se llama Tinín. Su mamá la ha enseñado para que no entre en la habitación del hermano sin permiso. Sin embargo, al pasar junto a su puerta, no puede menos que abrirla con mucho sigilo. Con pasos cortitos se acerca a la cuna de Tinín y, como apenas lo ve por la oscuridad, no duda en encender la luz de la habitación. Su hermanito se despierta y llora. Bego se asusta y sale corriendo en busca de la mami que, avisada por los llantos de Tinín, ya viene deprisa por el pasillo.
Ana no tiene tiempo de escucharla cuando Bego intenta decirle que su hermanito llora, ahora lo mejor es callarlo lo antes posible. Nada más ver la luz de la habitación encendida ya sabe quién es la culpable. Coge al niño en sus brazos, observa sus pañales y ve que están secos, con lentitud lo coloca de nuevo en la cuna, logra calmarlo, apaga la luz y sale despacito. En el pasillo toma a su hijita de la mano y la lleva hasta la cocina, se sienta y le pregunta con mucho cariño:
¿Quién ha encendido la luz de la habitación de tu hermanito?
Bego, a sus tres años recién cumplidos, se lo piensa mucho y termina diciendo
Ha sido Tinín, yo no sé encender la luz.
Ana es una madre muy cariñosa y no se le ocurre darle un azote. Solo se esfuerza por no mostrar la risa que siente con la respuesta de Bego.
Lo más seriamente que puede en esos momentos, le encarga a su hija que, cuando se despierte su hermano, le pregunte cómo ha encendido la luz sin bajarse de la cuna.
Sí, ya le preguntaré por ese misterio –contestó muy obediente la pícara mocosilla de apenas tres años.

CUADERNO AZUL / 9
Carmen
Soy una cobarde y una vaga. No sé dónde voy ni lo que quiero, me siento como un trapo viejo al que todo el mundo desprecia, aunque a veces mi cara triste despierta sentimientos de apoyo y cariño. ¿Qué será de mí? Quizá me venga bien un hombro en que llorar. Demasiado tiempo pensando que todo lo hago muy mal, quizá sea el espíritu de la contradicción, hago lo contrario de lo que debo hacer.

¿Qué puedo decir de sexo? Para algunos es lo más importante pero para mí no. A mí me resulta muy difícil separar el sexo del amor, aunque hay quien lo separa. Me acuerdo de mi primera vez en la fila de los mancos, estábamos besándonos como fieras pero apenas sentía placer. Me sorprende el ansia de los tíos. Las tías no somos así, quizá se nos ha educado en la sumisión y obediencia. De todas formas, yo soy un poco bastante frígida para el sexo, apenas nada siento.

Laura quería amar, había ingresado en el centro después de esas historias de revisiones con martillo en la rodilla. Allí estaba Miguel, con pelo negro y ojos oscurísimos y tristes. ¡Cómo le gustaba hacer ejercicios a su lado en el gimnasio! De repente, un día Miguel confesó a Laura que ella le había gustado desde el primer día, pero que tenía mucho miedo, que no podía aportar mucho, que no sabía hacer nada. Y siguieron haciendo ejercicios abdominales. Pero poco después Laura pensó que nunca podría hallar mejor fisioterapeuta que Miguel. Y ahora, sí.

Nunca me ha gustado madrugar. Y siempre me tengo que inventar un montón de argucias para no confesar algo tan simple: que si esto de los horarios me parece infantil, que si este dolor tiene mala pinta… Daría cualquier cosa por estar todo el día en la cama. Siempre llego tarde a todos los sitios y ya no sé que inventar para excusarme.

El caos comienza en mi cuarto, que lo tengo todo desordenado. Y sigue con la humanidad, capaz de entretenerse con el bosón de Higgs mientras en África mueren de hambre. O el caos de sus ideologías, que sustituyen liberalismo por neocón férreo con control de extrañas mafias financieras, sin algo diferente y atractivo. O el caos de la contaminación que nunca se acaba y quizá nos lleve a un nuevo Big Bang. Quizá el caos necesite de una ilusión.

Escribo para contar mis recuerdos, no sé, para desahogarme, para definirme, para contar lo que veo. Como leo más entrevistas que ensayos y más prensa que novelas, mi forma de escribir se acerca más a la crónica. Pero, eso sí, pero no puedo contar cosas tristes, me lo tengo prohibido, me parecen muy duras. De mi vida cuento lo que me falta: que tengo pendiente un poema al mar, que viviría en el agua, claro. ¿Pues para qué escribo? Quizás para contar mis obsesiones.

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