Celosa


Laura
Ha pasado casi un año desde que Fernando le hizo tilín a Ana. Ya se conocían de vista mucho antes, pero ese día comprendieron los dos que nacía algo más que una amistad.
En efecto, casi sin enterarse se hicieron novios. Fernando se encontraba muy orgulloso de su Ana. Solían citarse una vez a la semana en la cafetería donde se sintieron de una forma especial. Siempre se tomaban un refresco, aunque no hiciera calor. La conversación era rutinaria sobre sus vidas y sus gustos. Así se iban conociendo mejor.
Fernando estudiaba ingeniería y compaginaba sus estudios universitarios con cursillos de informática que le ayudarían para su futuro trabajo. Su pasión favorita era la guitarra. Salía a menudo con los tunos de su Facultad y esto no le hacía ninguna gracia a Ana, eran demasiadas las veces que la dejaba plantada.
Y Ana comenzó a preocuparse por la vida libertina –según ella– que su novio llevaba. Como desconfiaba de él, cierto día se presentó de incógnito en la plaza donde cantaba la tuna y sufrió mucho al ver cómo su tuno preferido se rozaba con las jovencitas que le coreaban.
Ana aguantó poco rato allí, desapareció de la escena y se marchó muy triste para casa.
Cuando volvieron a verse, Ana apareció muy seria, no se le había ido de la cabeza la tontería que su novio se traía con sus jovencitas admiradoras.
Pero a Fernando no le apetecía nada dejar la tuna. Por más que le explicó a su novia que seguía enamorado de ella y que lo de la tuna era normal y nada serio, Ana no le creyó.
Estas escenas duraron varios meses, meses de sufrimiento hasta que terminaron separándose.
Ya no se ven, aunque Ana sigue enamorada de Fernando y Fernando de Ana, pero los celos los han separado.
(¡Qué lástimaaaaaaa!)

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