UNA
MONA
Conchi
Había
una niña muy presumida que se llamaba Matilde y se creía la mejor
vestida y la más chula. Cada día aparecía en el colegio con un
vestido nuevo y se contoneaba delante de todas nosotras como un
faisán. Todas en el colegio la teníamos un odio que no podíamos ni
verla, pero ninguna nos atrevíamos a decirle nada. Le decíamos:
¡Qué
guapa eres, qué bonita eres!
Y luego por detrás nos burlábamos de ella, pero solo por detrás.
Un
día vino una nueva alumna al colegio, se llamaba Ana Gema y en
cuanto vio a Matilde con su vestido azul con flores se empezó a
burlar de ella y a reírse a carcajadas: Esta
niña es tonta, es más presumida que una mona.
Y con Mona se quedó.
Buena
era Ana Gema, que de pequeña iba con su madre a Galerías Preciados
y lo curioseaba todo y lo removía, hasta los zapatos que estaban en
los expositores, y días hubo que se los llevaba puestos. Le gustaba
incluso jugar con las chapas y los coches como si fuera un chicazo.
Todavía no se la había visto tocando una muñeca y a nadie se le
ocurría regalarle semejante cosa.
–Hasta
los trece años no me voy a pedir una muñeca –le dijo un día a la
Mona
–Yo
con trece años quiero tener novio –contestó la otra.
–Tú
eres tonta.
La
Mona aprendía mucho de Ana Gema. Y Ana Gema aprendía de la Mona,
andando el tiempo, a jugar con la Nancy, con la Lesly y con Luca. Es
lo que tenemos las mujeres, que todo lo aprovechamos, hasta nuestra
peor enemiga.
EL
SUBIDÓN
Peva
Yo
me pongo alegre como unas castañuelas en el momento que traspaso las
puertas de esta casa. Quiero decir que me alegro cuando las traspaso
para fuera, cuando salgo, naturalmente, dejando atrás los malos
rollos y el nulo compañerismo que aquí campa por sus respetos, y
pienso en mi gran suerte de poder desplazarme, que físicamente tengo
unos cuantos problemas pero los voy superando lo mejor que puedo,
aunque con mucho esfuerzo. Y el que no los tenga ¡que tire la
primera piedra!
Además,
aunque a veces soy un coñazo de mal humor, luego pienso que hay que
vivir a tope. Porque mañana puede que sea demasiado tarde, ¡que ya
está comprobado! Sin ir mas lejos, hoy mismo otro compañero se ha
largado al otro barrio. Aquí dentro ya solo encuentras sorpresas de
éstas.
Lo
cierto es que tampoco soy muy difícil de conformar. A mí con salir
a la calle y que luzca el gran astro por encima de mi linda cabeza,
que me permita desplazarme sin preocupaciones por la ciudad y pillar
una mesa en la Castellana bien cómoda, pedir una tostada y un café,
a ser posible que esté como es debido, o sea, de primera, y ver
pasar a los pijos con sus corbatas en pleno verano, solo con esto ¡me
entran unas ganas de vivir! Vamos, que me da un subidón que ya no
necesito ni anfetaminas ni analgésicos para todo el día, nada, pues
para mí esto es mejor que un canutillo.
Y
viva el verano y las terrazas, y punto.
DONDE
LAS DAN, LAS TOMAN
Rafa
¿Nunca
te han tomado una broma? A mí, muchas. Y eso que nunca he sido amigo
de gastarlas. El caso es que ayer mismo, en la mesa del comedor,
Iñaki, el compañero que se sienta a mi derecha, se retrasó un poco
y, al llegar a la mesa, le dije yo que se había terminado el puré,
que me lo había dicho la camarera. Los compañeros de mesa lo
confirmaron e Iñaki pilló un rebote del carajo, que se largó del
comedor sin darme tiempo a reírme siquiera.
Alguien
le informó por la tarde de mi broma del puré y, para la cena, Iñaki
ya estaba en la mesa cuando yo aparecí.
Cuando
intenté colocar mi silla en su sitio para alcanzar el plato, algo me
impedía meter sus ruedas y mis piernas debajo de la mesa, algo que
no veía y que me mantenía alejado un metro o más del plato. Una
cuidadora tuvo que desatar una fina cuerda de guitarra atada a ambas
patas. Y mientras todo esto ocurría, Iñaki comiendo y medio
atragantándose de la risa.
En
fin, que donde las dan las toman. Lo malo es cuando te la toman sin
motivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario