Relaciones desiguales

Laura y adredista 1
En mi vida profesional como enfermera, siempre me ha gustado dejar las cosas claras en mi trato con los enfermos, con mis compañeros o con mis superiores. Así todos me conocían y yo aprendía de qué pie cojeaba cada uno.
Los enfermos que tenía a mi cargo en la Unidad de Coronaria se alegraban cuando se enteraban de que yo estaba de servicio y muy contentos me decían: “Ya está aquí Laura”. La alegría era mutua, porque yo les quería mucho.
Yo siempre procuré, aparte de tratarlos con cariño y hacer bien mi trabajo, entrar en su habitación para facilitarles cualquier cosa que les hiciera falta. Para mí, como enfermera, el trato integral al paciente era un dogma, y en este trato se incluía todo, desde la higiene al bienestar psicológico. Con una sonrisa les daba la medicación, les ponía una inyección o les lavaba, y eso hacía más agradable la relación sin necesidad de recibir ningún tipo de regalo. Yo era feliz con que ellos estuvieran contentos y bien atendidos.
Durante los años, ahora no sé cuántos, que trabajé en el Hospital de Cruz Roja, en Reina Victoria, el único y mejor regalo que recibí fue esa alegría diaria de los enfermos cuando comprobaban que yo estaba trabajando.
En fin, que no me gustan los chantajes de ningún tipo, me gustan las cosas claras. Siempre me ha gustado la sinceridad en el trato entre las personas, porque es la única manera de expresión razonable para comunicarnos y conocernos mejor.

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