Cuaderno azul / 11


Carmen

Con el tren ya parado, un marroquí recibía los insultos de la gente por querer que un mozo cargase con sus maletas.
–Yo tengo tarifa –se defendía–, yo tengo tarifa.
–¿Pero quién va a cargar con la maleta de un moro? –insultaban los viajeros.
Era un anciano, y se fue de allí cargando con su maleta entre humillaciones. Qué pronto olvidamos nuestro pasado de emigrantes. O mejor, lo vengamos en otras víctimas de lo mismo. Y la policía y demás hacen con los extranjeros lo que nunca se atreverían a hacer con sus paisanos.
 
Cómo me gustaría saber lo que piensan personas que no hablan o no se pueden expresar como yo. Cabe pensar si sufren o no, o si les gustaría terminar con su vida. De todas formas, estas personas son un reto que nadie quiere aceptar, pues no dan dinero. Y a veces estas rosas muertas viven muchos años y nadie hizo nada por regarlas.
 
Entre tantos adivinos y futurólogos no sé si habrá alguno que sea de verdad auténtico. ¿Qué necesidad tendrá el hombre de buscar tantos magos? Si hubiera aunque sólo sea alguien que me ayudase a hallar mi media naranja. ¿O quién será el mago que encuentre la llave de mi voluntad, a poder ser para siempre? Quizá quien busca magos es que no confía mucho en sí mismo.
 
Laura tenía sólo un añito, imposible evitar que rompiera cosas y se subiera a cualquier mueble. Excepto las lámparas, todo lo alcanzaba. Los titís y ella se parecían cantidad. Dicen los sesudos psicólogos que los niños destrozones se fascinan viendo cómo de una cosa sola aparecen muchas. Ella debía de ser de esta clase, porque era milagroso tener un cenicero entero a su vera. Un día a su padre se le cayó, al volver del trabajo, y ella no tardó en imitar la acción. Con tan buena puntería que lo rompió y se ganó un buen azote –cuántos pagamos el mal humor con la gente que más queremos. Aún así, ella siguió pulverizando ceniceros.
 
La caja de música acompañaba mi insomnio. Era una noche que no podía dormir. Puse en marcha mi caja de música y tocaba Gotas de
lluvia que al caer… Por fin me dormí y en sueños la caja de música me cantaba ¡Pero cómo te gusta dormir, pero cómo te gusta!

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