Vaya por Dios, la muerte

  
Mercedes
En este verano hemos tenido de todo, regular, menos bueno y más bien malo.
Os voy a contar lo más bien malo de este verano. Mi madre no es joven y ya le cuesta manejarse conmigo, porque se cansa un poco. Aquí donde me veis, tan grácil y alegre, yo soy pesada como cualquier sólido, más todavía cuando me tienen que coger en brazos que cuando hablo y no me entendéis, que ya es decir.
Pues bien, nos fuimos mi madre y yo de vacaciones a Benidorm. El hotel estaba un poco lejos de la playa y mi madre empujaba mi silla. Lo peor era la cuesta arriba, al volver de la playa.
Os decía que mi madre no es joven. Pues mis tías tampoco lo son, sus hermanas. Y a una de ellas se le ha ocurrido morirse este verano, precisamente cuando más lejos estábamos mi madre y yo de ella.
Tuvimos que interrumpir las vacaciones para acompañarla en su último viaje. Y ya no era cosa de volver a la playa.
A mí me da que el tiempo de la muerte es siempre inoportuno, o sea, nunca jamás es bienvenida la señora.
Pero ya que nos empeñamos en morirnos, cosa que tampoco está tan mal, mejor hacerlo en invierno, digo yo, que los días son más cortos y hay menos tiempo para llorar.

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