La mosca



 
Mercedes

Aquí en el centro hay un chico que está dando todo el día la lata a los cuidadores, pidiéndoles o exigiéndoles que le coloquen el cinturón y toda la ropa. Está todo el día diciendo que va a venir una ola de frío. Y eso aunque estemos en pleno verano, a cuarenta grados.

¡Y si sólo fuera eso! Es muy cansino, siempre está echando mucha leña al fuego. Nos tiene a todos hasta las mismísimas narices. Yo no he visto nunca otra persona tan pesada como él, aburre a cualquiera que esté a su lado.

Yo digo en mis adentros: “Malo, ha llegado el cansino”, cuando va a terapia; "menos mal, se va el cansino", cuando abandona el comedor; "Al loro, que ahí viene el cansino", cuando vuelve del fin de semana.

Habla mucho y no para nunca, para nada, siempre con lo mismo. No hay humano que le pueda aguantar.

Nada más venir a este mundo ya empezó a llorar como un descosido, era el bebé que más lloraba de toda la comarca.

Incluso cuando estaba en la barriga de su madre le daba patadas igual como si fuera un futbolista, y a su madre en la tripa ya le pesaba una tonelada. La madre tuvo que contratar una grúa para que le ayudara a llevar la tripa a todos los sitios. En la hora de la siesta, cuando se acostaba, necesitaba mucha gente para poder levantarla de la cama.

Y cuando la madre dio a luz, estuvieron asistiéndola en el parto todos los médicos y todas las enfermeras que había en el hospital en ese momento, porque era tan pesado, pero tan pesado, que para sacarlo de dentro de la madre estuvieron horas y horas tirando de la cabeza del cansino, y ni por esas. Nada, se empeñaba en que no quería salir.

Como era tan pesado, los padres no podían llevar en brazos al cansino. En vez de ponerle en un cochecito de bebé, le ponían en un tractor para llevarlo a pasear por la calle.

Y por la noche, su llanto era tan potente que parecía un tornado, despertaba a los vecinos.

Creció y estaba toda la vida enfadado, nadie sabía por qué: el caso era protestar y refunfuñar por cualquier cosa que pasaba a su alrededor.

Los padres, un buen día, tomaron la determinación de meterle en un correccional para remediar sus malas costumbres.

Pero como allí no pudieron mejorar su manera de ser, nos lo han endiñado acá, para que lo aguantemos nosotros, los cojos, que vivimos sin estrés, dicen los jefes: ¿no es para mosquearse?

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