Cosas pequeñas...


Peva
…grandes o pequeñas, qué más da, esta no es la cuestión… Porque la vida siempre te da algo, para quitártelo después… Y de este proceso te das cuenta con los años, que es lo que más jode. Para ser feliz hoy me tengo que olvidar del mañana, acercarme ahora a lo bonito de la vida sabiendo que hay que agarrarlo por los cuernos porque no va a durar mucho.
Para mí, la libertad que tengo ahora es un verdadero lujo, y no es precisamente algo pequeño. Pero tampoco puedes bajar la guardia porque la libertad pende tan solo de un hilito, tan fino que si no lo cuido se me puede romper entre mis dedos de cristal. Es algo tan pequeño que el día menos pensado puede hasta desaparecer. Es como una pequeña ilusión, y todo dependerá de mí, de cómo me cuide para que esta pequeña cosa, casi la felicidad, no se me vaya de viaje y se quede conmigo.
Por eso, las pequeñas cosas hay que atraparlas y, a ser posible, no dejarlas escapar. Yo he tenido a lo largo de mi vida grandes pequeñas cosas que han dado sentido a mi vida de señora con el culo pegado a una silla de ruedas, silla que he sabido manejar con soltura y elegancia para que ella no me manejara a mí.
Pues sí, estas pequeñas cosas también me las he tenido que currelar yo solita. En aquellas noches tan largas, cuando el puto insomnio casi no me dejaba dormir, pensaba mi vida futura e iba aprendiendo con lo que nunca tendría.
Cuando eres pequeña, o sea, una tierna infanta, eres de lo más confiada. El ambiente familiar te protege, estás entre algodones, y así es muy difícil desconfiar. Porque para desconfiar de una madre, por ejemplo, hay que tener una mente de lo más perversa y diabólica. Un niño de un año o de dos no es así, es un poco difícil que alcance esas cotas que le atribuyen los guionistas de cine. Entre otras cosas, porque un niño no piensa, que ahí está el peligro. Para ser desconfiado hay que retorcerse la mente y practicar mucho, o ser hijo de banquero, o sea, de usurero. Vamos, que hay que ser un mal bicho o haber tenido una vida podrida.
Hay profesiones que lo dan. Los banqueros, en el último siglo, sólo han legado de positivo a la humanidad el cajero automático. Todo lo demás han sido desastres. Y el más lamentable, ese concepto de la seguridad que nos han vendido a todos como lo más importante de nuestras vidas, o sea, como si todos tuviésemos un banco en vez de ser estafados por ellos.
Pero se me ha ido la pinza, quería decir que un banquero tiene por obligación ser desconfiado, porque es la profesión del dinero y, claro, el dinero es muy desconfiado y cada cliente de un banco puede ser un peligroso atracador.
¡Hasta un minus puede entrar a un banco y llevar escondida en su silla una metralleta! ¡Y ahora que lo digo: esto de esconder armas entre las piernas para una minus como yo es lo más fácil del mundo! ¿Cómo habré podido ser tan gilipollas, que me he dado cuenta tan tarde?
Toda la vida temiendo por mi seguridad, y no me daba cuenta de que estaba guardándoles el dinero a los banqueros con mi miedo. No hay como escribir para descubrir las grandes verdades. O pequeñas, que poco importa. El caso es no tener miedo al futuro y vivir los regalos del día de hoy: ¡y organizar el atraco a Caja Madrid!
¿Pero cómo seremos tan gilipollas que nos estamos dejando atracar por los banqueros? En la crisis del 29 se suicidaban los banqueros: en esta de ahora nos suicidamos los ciudadanos. En menos de un siglo le han dado la vuelta a la tortilla ¡y luego dicen que no les gustan las revoluciones! No hay como las pequeñas cosas para poner a los banqueros en su sitio, en el pasado.

No hay comentarios: