Una buena experiencia


Laura
Fue un verano muy especial para mí y para mis hermanos. Mamá iba a disfrutar sus primeras vacaciones y decidió pasarlas en la playa con sus seis hijos. Era muy arriesgado, pero no le importaba, ella tenía un gran amor por todos.
Yo tendría unos ocho años y jamás había salido de Madrid. Repartidos en dos taxis llegamos a la estación de autobuses. Allí nos contagiamos unos a otros los nervios y la alegría por igual. Mamá atendía a todos, especialmente a las dos más pequeñas. Nos había dado biodramina para evitar el mareo y se había guardado una colección de bolsas, por si acaso.
Nos colocaron en la zona media del autobús, a mí me tocó junto a la ventanilla. Disfrutaba con todo, era muy emocionante ver que los árboles estaban vivos y corrían en dirección contraria a nosotros. No recuerdo el tiempo que duró el viaje, sé que no me dormí y que las emociones me mantenían con los ojos abiertos.
Sobre las cinco de la tarde llegamos a Nerja. Sacamos la ropa de baño de las maletas, el resto lo tuvimos que colocar en los armarios. Nos pusimos el bañador y presionando a mamá salimos para la playa. El cielo estaba despejado y hacía calor.
El mar se movía con olas medianas y pequeñas, era mi primera vez y la belleza del mar me cautivó. Correr descalza por la arena de la mano de un hermano mayor fue una experiencia maravillosa. Disfrutaba con mis hermanos de la mejor ocurrencia de mamá, todos estábamos alucinados.
No sé el tiempo que mamá tardó en recogernos, la tarde había avanzado y nos llevó al apartamento para cambiar de ropa, ducharnos y quitar el salitre.
A punto de anochecer salimos a dar una vuelta por el paseo marítimo, el sol estaba muy bajo y se perdía en el horizonte muy lentamente, como si fuera un disco de color naranja. Las crestas de las olas parecían más blancas y el mar, a lo lejos, se ponía de azul oscuro. Esa imagen se quedó conmigo para siempre.
Hace unos treinta años caminaba por la calle Jerónima Llorente de Madrid, entré por casualidad en una tienda de cuadros, vi un póster que retrataba fielmente aquella imagen de mi infancia en la playa y no dudé encargarle un marco. Desde entonces está conmigo recordándome aquella primera vez que disfruté la belleza del mar.

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