Estrella
El
mar es azul. El mar es indescriptible. El mar es verde. El mar es
maravilloso. Cuanto daría por volver a ver el mar con mis propios
ojos. Ahora sólo puedo escucharlo, sentirlo, olerlo, pero no verlo.
Echo
de menos mi libertad, no sé si es nostalgia o añoranza. Sería
añoranza si fuese mi libertad la que se fue de mí. Pero soy yo la
que la ha perdido, soy yo la que me he encerrado en esta cárcel
invisible de la que no puedo escapar.
Me
siento impotente, siento que me quieren separar de la persona que
quiero y que es importante para mí: Á. Él ha sido el único hombre
con el que he estado, después de mi larga relación con la
sanguijuela. Cada día me levanto, me arreglo ilusionada pensando que
nuevamente voy a estar a su lado. Él es mi compañero de viaje.
Compartimos muchos momentos del día. Él me acompaña a fisioterapia
y me espera pacientemente. Me dedica sus dibujos y yo a él mis
cuentos. Merendamos juntos, casi es mi momento favorito, cuando
estamos en el comedor con las galletas o los bollos, lo que toque ese
día, me imagino que estamos en una cafetería en los bulevares de
París.
También
buscamos nuestros momentos de intimidad para estar juntos. El otro
día sentí algo que no me había ocurrido nunca, estaba entre sus
brazos, sintiendo los latidos de su corazón, mientras escuchábamos
una película en un mismo latir, en ese momento se disiparon las
dudas, los remordimientos, los complejos de constante culpabilidad.
Siento nostalgia y añoranza de ese momento. Porque lo hemos perdido
y se nos ha ido. Aunque ese momento va a seguir volviendo.
¿Hasta
cuándo los amores incomprendidos? ¿Hasta cuándo tanta
intolerancia? No puedo ni imaginarme qué sería de mí si no pudiera
estar con Á. Mis dos amores son Á y el mar. Si me faltase Á
preferiría sumergirme para siempre en las profundidades de mi otro
amor, el mar, para nunca regresar de sus profundidades.
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