Conchi
El
sábado hubo una fiesta de Mano
Amiga,
en la cual trajeron muchos regalos. Una camioneta llena de regalos.
Por cierto, algunos paquetes llevaban tarjetas de teléfono. A mí me
regalaron pipas y caramelos. Parecía una fiesta de niños pequeños,
¡y ya no somos niños pequeños!
¿Por
qué a mí no me dieron una tarjeta de teléfono? Me dieron una bolsa
de propaganda que ya se la podían comer ellos. También me regalaron
un libro y una gorra, como si fuera un tonto. Yo hubiera preferido
los 50 € en llamadas telefónicas, que eso sí mola, pero cada uno
se llevaba tres o cuatro bolsas mientras que yo sólo me llevé la
gorra y las pipas.
A
las ocho, menos mal, acabó ese coñazo gracias a Dios. Estuvieron
bailando hasta sevillanas. Y después nos fuimos a cenar, porque ya
era la hora. Por cierto, había soldaditos de Pavía con mayonesa, y
como yo soy gástrica nunca me dan la mayonesa ni cosas de tomate, y
me toca comer seco.
Pero
vino mi príncipe azul y mangó una botella de Marie Brizard y la
llevó a mi cuarto y ahí sí, ya se arregló la tarde.
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