Sentada del 1 de noviembre de 2012



DAR VOCES
Rafa
Yo sé lo que es un carácter fuerte. Conozco bien a esas personas que siempre tienen razón, que ya se encargan ellos de tenerla, quiero decir, de quitársela a los demás. Los conozco bien porque yo fui uno de ellos. De nada me servía, pues tener la razón no es tener amigos. Hablar fuerte aleja a las personas de uno, no las acerca. No se hacen amigos dando voces.

CUADERNO AZUL / 5
Carmen
Buenas noches, soy Lara ¿y las otras?
Los dos solos, ¡qué miedo!
¿Me das las llaves o quieres que me quede aquí pasmada, contemplándote?
Cantas tú muy bien, mientras friegas.
Claro que canto bien, ¡vaya descubrimiento!
¡Ay, qué sofoco! He venido corriendo y con el natural que yo tengo enseguida me enciendo.
Pues yo vengo empapada.
No somos de piedra, señora.
Todo te lo imaginas tú.
Yo soy de esos que pim pam pum, en 2 segundos, listo.
Bueno, voy a ponerme la bata que no quiero hacerte sufrir.
Tú y yo tendríamos que ser más amigos.
¡Ay, que descarrilas!
Con el lío que ha organizado, Lara, si tú y yo estuviéramos a bien, otra cosa sería.
Bueno, me voy a tomar el fresco.
En buena armonía el problema sería diferente. Con paciencia y sin prisa.
Uy, uy, no se me acerque que las señoras somos de vidrio y el vidrio, catacrac. ¡No se tocan las señoras!
Si no se dejan tocar.

Chica, ¡qué silenciosa vienes! ¿Estabas de palique con el segurata u os rascabais las pulgas?
Ojo con lo que dices.
Que yo no me meto.
¡Buena pájara estás tú hecha!
Me destetaron hace tiempo, sí. ¿Qué te ha dicho?
Nada. Que nos entiende y está con nosotras.

¿Y por qué nos vamos a dar la hostia?
Me imagino la cara de los oficinistas, mañana, cuando encuentren el gallinero tan sucio como lo dejaron. Veréis como reniegan, acostumbraditos a que unas burras de carga les limpien cada noche sus meadas.
De momento sólo renegarán, pero que el patrón tarde mucho en avenirse a razones, ¡que tarde!
Mierda amontonándose, que si polvo, que si colillas… aquí será el llanto y el crujir de dientes cuando lo vean.
Eso si no se atasca algún lavabo y los váteres apestan. Empezarán refunfuñando y acabarán llorando.
Nosotras tozudas, que lloren. El patrón acabará viniendo de rodillas, arrastrándose.
¡Y sobre los meados!

Lara, rebajad la cosa a la mitad y os haréis con la situación. La empresa no puede ceder en todo.
¡Ya salió la empresa!
¡Si te parece! Soy el segurata.
Cuando te despidan, claro que te echaremos de menos, rey mío.
Yo también mancho, claro.
Si sólo fuera por eso, mejor te pierdes ya.
¿Has visto qué luna hay?
Buena para encantamientos.

OTROS TIEMPOS
Laura y adredista 1
En estos tiempos es imprescindible saber leer y escribir para encontrar un trabajo y para defenderse en la vida. Si la sociedad te considera ignorante te cierra muchas posibilidades. Mamá nos motivaba de muchas maneras para ser buenos estudiantes y para ser comprensivos con los que no pudieron ir a la escuela. Nos ponía el ejemplo de Marina, una joven que llegó a nuestra casa para ayudar en las tareas domésticas.
Marina se había criado en un pueblo de Soria y no había ido nunca a la escuela. Sus padres eran pastores de ovejas y cabras y vivían en una cabaña casi todo el año. Marina tuvo una infancia feliz aunque apenas se relacionaba con otros niños de su edad. Si alguien llegaba a la cabaña solía esconderse y observar qué hacía y lo que hablaba con sus padres. Poco a poco se acercaba a los visitantes y terminaba siempre relacionándose bien con ellos.
Así transcurrió su infancia, bastante feliz, pero sin jugar con otros niños ni pasar por la escuela, pues sus padres no tenían posibilidades. Desde joven ayudó en las faenas de sus padres y terminó siendo una gran pastora.
Cuando cumplió los 25 años ya no era tan feliz como de niña y buscaba la forma de marcharse a la ciudad. Sus padres aceptaron con algo de pena y con algunos miedos los deseos de Marina. En la ciudad se colocó con facilidad limpiando en dos casas, una la nuestra.
No tuvo dificultad en el trabajo, ni en relación con las personas, sólo le preocupaba no saber leer ni escribir. La otra casa que limpiaba Marina era la de Clara, que la recibió encantada, igual que su marido y los tres hijos, que se criaban muy felices. Clara sintió pena por ella al descubrir que Marina nunca había ido a la escuela y con los libros de su hijo mayor decidió enseñarle a leer y escribir.
Marina aprendió muy deprisa y cada día que pasaba se sentía más feliz, no sólo por haber encontrado una familia que la quiere sino porque se iba manejando sola por la gran ciudad. Una pena le viene con frecuencia a la cabeza: “¿Cómo estarán mis padres en la cabaña?”, piensa.

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