Sentada del 25 de octubre de 2012


EL CALVO
Conchi
Yo soy una tía muy generosa con quien me da la gana. Doy cualquier cosa sin pedir nada a cambio. Aunque a veces me arrepiento porque hay mucha gente aquí, quiero decir, en la residencia, que luego te mete puñaladas traperas.
Como por ejemplo El Calvo, que cada vez que se le cae una cosa (que suele ser cada dos por tres) allí estoy yo como una tonta para ayudarle. Y él aprovecha, ésta o la próxima oportunidad, para empujarme con su silla de ruedas. Y yo me digo: Me dan ganas de no ayudarle, y pienso: Es un cabrón redomado. Pero sigo ayudándole, porque me digo yo que algún día cambiará.
Pero no es así, el Calvo no cambia. Yo sin embargo sigo pensando: Hay que ayudar a los demás.
Pero El Calvo me lo está poniendo muy difícil y el día menos pensado le voy a tener que poner en la comida cianuro. Y cuando esté muerto, le voy a trocear para meterle en una maleta y tirarle a un contenedor.
Su mujer me mira con una cara... creo que sospecha algo. También me la voy a tener que cargar.

CUADERNO AZUL / 4
Carmen
Me gustaría seguir siendo una niña, pero con tantos años ya nadie me deja, ni yo misma. Un niño bien cuidado conserva el gozo de la vida, carpe diem, las ganas de jugar y disfrutar, la curiosidad, la motivación que los adultos perdemos en el camino, y no tiene responsabilidad ni obligaciones como los adultos. Les mimamos, les cuidamos, despiertan nuestra ternura… Es un rollo ser adulto, horarios, jefes, madrugar…

Algo de infantil ya me queda. Cuando viajo hago preguntas y preguntas a los guías, y después ni me acuerdo de las respuestas. También me cuesta guardar los secretos, aunque si me interesa mucho sí me callo, pero me cuesta, estúpida de mí. Y mi lado niña me permite disfrutar leyendo cuentos y contándolos. Hasta hoy mismo los leo con deleite. También me deja sacar partido a pequeñas cosas, como jugar al dominó, que ganar me encanta.

El domingo mismo estuve en una despedida de soltero y disfruté como una chiquilla. Vino la tuna con sus leotardos negros y sus calzas acuchilladas en rojo, no recuerdo si traían capas, pero sí muchas cintas. Al sentir su música no pude evitar mover la silla delante y atrás y hacer círculos con ella.

¿De qué facultad venís?
De Económicas.

Había de todas las edades, algunos con aspecto de niño. Resulta difícil creer que estudien. Un cantante solista, muletón y con pinta de guardián de discoteca, pone un punto de exotismo. Soy la primera en cantar Clavelitos y ganar el beso del novio. Pido Amalia Rosa y mi garganta avisa de pucheros.

A veces pienso si estas fiestas de integración no serán puro paternalismo, un tapabocas. Al final me dejo llevar por fiesta, tarta, un curioso adivino, las capitulaciones de los novios, y doy las gracias a esta jodida silla eléctrica por permitirme disfrutar de estas cosas.

El consumo me tiene pillada, es la parte oscura de la niña que llevo dentro. Y tantos, o si no, ¿por qué hay tanta gente en los parques de atracciones?

ESTUDIAR
Rafa
Con diez años no hay nada más aburrido que estudiar, sobre todo si lo que te gustaba era otra cosa. Alguien, no recuerdo bien quién pudo ser, me convenció de que yo quería ser abogado, y por eso me pusieron a estudiar.
La Cucaracha, señora Paulita, me daba Lengua y me hacía bostezar. Estaba todo el día marcándote y se chivaba a los padres de lo que no hacías. El Zapatones, el Director, pudo ser mi salvación como estudiante, pero nunca coincidimos, nunca fue mi profe. Me caía bien, sabía tratar a la gente. Don Marciano no era tan joven ya, pero era cojonudo como profesor de Matemáticas. Las Mates era lo que más me gustaba y me sigue gustando.
De los demás profes del instituto Zorrilla, en la filial de San Pedro Regalado, nada hay que decir, no pasaron a mi historia personal. Y lo único que he sacado en claro de tanto estudiar, pues luego hice Magisterio en la plaza San Pablo y me olvidé del Derecho, que ya estaba yo bien torcido por entonces para intentarlo, fue la afición que le cogí a la máquina de escribir. Es lo único que no me aburría de todo lo que aprendí en mi juventud. Y, por cierto, lo que me ha dado de comer durante mucho tiempo.

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