EL
CALVO
Conchi
Yo
soy una tía muy generosa con quien me da la gana. Doy cualquier cosa
sin pedir nada a cambio. Aunque a veces me arrepiento porque hay
mucha gente aquí, quiero decir, en la residencia, que luego te mete
puñaladas traperas.
Como
por ejemplo El Calvo, que cada vez que se le cae una cosa (que suele
ser cada dos por tres) allí estoy yo como una tonta para ayudarle. Y
él aprovecha, ésta o la próxima oportunidad, para empujarme con su
silla de ruedas. Y yo me digo: Me
dan ganas de no ayudarle,
y pienso: Es
un cabrón redomado.
Pero sigo ayudándole, porque me digo yo que algún día cambiará.
Pero
no es así, el Calvo no cambia. Yo sin embargo sigo pensando: Hay
que ayudar a los demás.
Pero
El Calvo me lo está poniendo muy difícil y el día menos pensado le
voy a tener que poner en la comida cianuro. Y cuando esté muerto, le
voy a trocear para meterle en una maleta y tirarle a un contenedor.
Su
mujer me mira con una cara... creo que sospecha algo. También me la
voy a tener que cargar.
CUADERNO
AZUL / 4
Carmen
Me
gustaría
seguir siendo una niña, pero con tantos años ya nadie me deja, ni
yo misma. Un niño bien cuidado conserva el gozo de la vida, carpe
diem, las ganas de jugar y disfrutar, la curiosidad, la motivación
que los adultos perdemos en el camino, y no tiene responsabilidad ni
obligaciones como los adultos. Les mimamos, les cuidamos, despiertan
nuestra ternura… Es un rollo ser adulto, horarios, jefes, madrugar…
Algo
de infantil ya me queda. Cuando viajo hago preguntas y preguntas a
los guías, y después ni me acuerdo de las respuestas. También me
cuesta guardar los secretos, aunque si me interesa mucho sí me
callo, pero me cuesta, estúpida de mí. Y mi lado niña me permite
disfrutar leyendo cuentos y contándolos. Hasta hoy mismo los leo con
deleite. También me deja sacar partido a pequeñas cosas, como jugar
al dominó, que ganar me encanta.
El
domingo mismo estuve en una despedida de soltero y disfruté como una
chiquilla. Vino la tuna con sus leotardos negros y sus calzas
acuchilladas en rojo, no recuerdo si traían capas, pero sí muchas
cintas. Al sentir su música no pude evitar mover la silla delante y
atrás y hacer círculos con ella.
–¿De
qué facultad venís?
–De
Económicas.
Había
de todas las edades, algunos con aspecto de niño. Resulta difícil
creer que estudien. Un cantante solista, muletón y con pinta de
guardián de discoteca, pone un punto de exotismo. Soy la primera en
cantar Clavelitos
y ganar el beso del novio. Pido Amalia
Rosa
y mi garganta avisa de pucheros.
A
veces pienso si estas fiestas de integración no serán puro
paternalismo, un tapabocas. Al final me dejo llevar por fiesta,
tarta, un curioso adivino, las capitulaciones de los novios, y doy
las gracias a esta jodida silla eléctrica por permitirme disfrutar
de estas cosas.
El
consumo me tiene pillada, es la parte oscura de la niña que llevo
dentro. Y tantos, o si no, ¿por qué hay tanta gente en los parques
de atracciones?
ESTUDIAR
Rafa
Con
diez años no hay nada más aburrido que estudiar, sobre todo si lo
que te gustaba era otra cosa. Alguien, no recuerdo bien quién pudo
ser, me convenció de que yo quería ser abogado, y por eso me
pusieron a estudiar.
La
Cucaracha, señora Paulita, me daba Lengua y me hacía bostezar.
Estaba todo el día marcándote y se chivaba a los padres de lo que
no hacías. El Zapatones, el Director, pudo ser mi salvación como
estudiante, pero nunca coincidimos, nunca fue mi profe. Me caía
bien, sabía tratar a la gente. Don Marciano no era tan joven ya,
pero era cojonudo como profesor de Matemáticas. Las Mates era lo que
más me gustaba y me sigue gustando.
De
los demás profes del instituto Zorrilla, en la filial de San Pedro
Regalado, nada hay que decir, no pasaron a mi historia personal. Y lo
único que he sacado en claro de tanto estudiar, pues luego hice
Magisterio en la plaza San Pablo y me olvidé del Derecho, que ya
estaba yo bien torcido por entonces para intentarlo, fue la afición
que le cogí a la máquina de escribir. Es lo único que no me
aburría de todo lo que aprendí en mi juventud. Y, por cierto, lo
que me ha dado de comer durante mucho tiempo.
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