Sentada del 13 de septiembre de 2012


EN FERROL, DE INTERCAMBIO –1
HeavyMetal
Qué ciudad más fría ésta, Ferrol.
Te vas de Leganés, condenado. Cambias de chip, es saludable.
Qué curioso y relajante es el canto de las gaviotas.
Mi amigo César se ha equivocado, viene conmigo pero extraña a los colegas, me da mucha pena.
Quise llegar el primer día a la Plaza del Inferniño, donde empezaba la ciudad cuando antes, pero se me ha hecho tarde.
Cuántos amigos me he encontrado aquí, en la residencia.
Juan, el camarero: este tipo, la última vez que me hizo la cama, cuando antes, cuando me fui de Ferrol, me hizo la petaca, sí, como a los quintos.
Desde el 96, que me fui a vivir a Leganés, no había vuelto a Ferrol.
Recuerdos muy hermosos me vienen al tarro. El colega va a disfrutar cuando los meta en el blog.
Y el graznido de las gaviotas, tan bello que me pone la carne de gallina. Seguro que estas vacaciones las repito.
Hacía muchísimo que no salía de Leganés. Ya era hora, cabrón.
Seguro que recomiendo a otros compañeros esta aventura del intercambio.
Por ejemplo, a mi amiga Carmen Soria, que no ve más allá de los ojos de sus amigos Willy o Ana Torralba.
Varias cuidadoras me han recibido con mucho cariño, no se puede expresar.
Ignacio Melanga también me recordaba, o Teresa, prácticamente todos seguían igual, qué suerte.
Mucha, mucha gente que ha quedado en el recuerdo. Y después de más de quince años sin vacaciones.
Qué bueno, qué hermosa la oportunidad del intercambio con colegas.
Y tu amigo Olegario seguro que te estará viendo desde el infinito. Salíamos juntos y llegábamos hasta Cantón de Molíns y el puerto. Nos daban las tantas. Olegario disfrutaba más que yo.
Lucía, la psicóloga anterior a Gema, me dijo un día en Leganés:
Hay un nuevo ingreso, viene de Ferrol, se llama Olegario.
¿Olegario López?
Sí.
Tengo que verlo, hemos subido muchas cuestas juntos.
Cuando le pude saludar por fin, me di cuenta de que ya venía un poco tocado a Leganés. Había cogido el mal de los gallegos, el miedo a los fantasmas.
He sufrido mucho observando su deterioro, hasta su muerte. A veces morir es descansar.
Esta ciudad se cierra a las 22,30 de la tarde en agosto, a esa hora no ves un alma.
Joder, los recuerdos me atraviesan como cañonazos del Arsenal.
Bajo toda la Ctra. de Catabois, que ahora la cruzan avenidas con semáforos.
Cuando entonces no había nada, Olegario y yo circulando cuesta abajo y cuesta arriba.
Molan estas vacaciones, pero no dejaría Madrid por nada.
A cuánta gente he abrazado, José Luis Gundín, Elsa, Maribel, Miguel... Es muy hermosa la crónica que estás haciendo.
Fui hasta la Rúa de Galiano y Plaza de España... Cómo está de cambiado, macho.
Vaya día más grande tuve hoy, 22 de julio. Encontré a mi amigo Camilo, quince años hacía que perdimos el contacto.
Qué fácil se hace rezar cuando estás con Camilo, dios te oye, Camilo tiene la llave del cielo.
Y el día 23, casi se me revienta el corazón. Todo Catabois abajo, y al llegar al Inferniño, entro en la cafetería Valencia.
Allí pregunté por Miguel. Estaba en el hotel. Como eran las dos y pico, entré a comer al Parrulo.
Estas vacaciones sí que son un lujo. Y me las merezco, después de todo lo que he escrito en el blog y de tantos programas de radio.
Y Nacha, que me tenía agotado, todo el invierno dándome el coñazo con el orden, es muy cansina.
Fue un día muy emotivo, el día que encontré a Camilo. Sabía dónde buscarlo. Cuántas emociones recogen estos renglones torcidos.
Joder, y mi amiga Raquel, del Inferniño, que por fin lo digo, que también nos abrazamos, que yo estuve enamorado de ella.
Has aumentado el número de fans para nuestro blog de
Escribiradrede.
Tus primeras vacaciones después de una eternidad.
¿Con cual te quedarías, Ferrol o Leganés?

EL JUGADOR
Conchi
Felipe era un hombre muy codicioso. Siempre le gustó ganar dinero y nunca tenía suficiente, siempre quería más y más y más.
Hasta que llegó un día que, jugando a la bonoloto, ganó una cantidad grandísima de dinero. Tanto fue, que la gente le quería ver. Y él se escondía porque no quería compartir con los demás, todo le parecía poco para sí y lo quería tener completo.
Y continuaba quejándose de que tenía poco y siempre quería volver a ganar esto o lo otro. Contra más ganara más codicia tenía. Su familia y sus amigos le echaban en cara que sólo pensara en el dinero (o sea, que era un puro materialista, como la autora de este cuento, yo).
Por supuesto que también le gustaba gastar. Se compraba coches del último modelo y aviones y yates del último modelo. Y siempre se tenía que comprar algo, si no, no estaba conforme consigo mismo. Se compró una casa también último modelo, pero no le bastaba.
Y ya digo que estaba deseando volver a ganar un premio de lo que fuera. Así que jugaba a todo, al bingo, a la lotería, al combo de la suerte, a la bonoloto, a la quiniela, a los naipes en el casino... con suerte diversa, eso sí.
Hasta que un día jugó a la ruleta rusa y perdió, fulminantemente.

EL HERMANO DE MOLLY
Víctor
Molly está un poco harta de su hermano Curro. Cuida de su tía y antes cuidó de su padre. Su tía se cayó y se partió la cadera. Ahora tiene que andar con muletas y con compañía, siempre la compañía de Molly.
Pero la tía tiene mucha voluntad y se recorre la acera de su casa tres veces o cuatro cada día, eso sí, de la mano de su sobrina.
Pero el verdadero problema de Molly es su hermano Curro, un desastre de hermano que se ha pasado más de la mitad de su vida echado, y de la otra mitad nunca se acuerda.
Curro, cuando se levanta de la cama olvida que tiene que medicarse y se pone a beber, cambia las pastillas por el vino, que lo aprendió de su padre, que también pimplaba y sus hijos le conocieron siempre con la media tajá.
Curro las lía pardas cuando se pone a fumar porros y a beber. Es cuando pierde el control de verdad y termina en el cuartel. Se pone muy agresivo y sus víctimas son siempre la familia.
Menos Molly, que Molly siempre supo manejarle en los momentos más críticos. Su otro hermano, sin embargo, ha recibido de Curro más de una paliza y hasta pedradas en las ventanas, ahora que vive en otra casa.
Su tía, la de la cadera rota, tampoco se libra de los ataques de Curro, le ha tirado hasta las naranjas de los árboles. Por eso que la vieja no le puede ni ver. Y Molly tiene que hacer la comida de su hermano a escondidas. Menos mal que la casa tiene dos puertas y la pobre se va manejando para evitar los malos encuentros, que son todos.
La última vez, Curro amenazó a la tía con un cuchillo porque ella había contratado al otro hermano para trabajar en el monte y no se lo había propuesto a él. En realidad, Curro no ha trabajado nunca, ni quiere, pero no puede ver que otros sí lo hagan.
Molly hace lo que puede para poner paz, y solo consigue que Curro se tire de la cama si le da dinero.
Pero el problema, ya lo veis, es que Curro con dinero es un peligro. Y terminará en el cuartel o algo peor.
Por eso digo que Molly está ya un poco harta. Y, por cierto, cada día peor de su lumbalgia, que esa es otra.

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