Sentada del 23 de agosto de 2012


PODÍA HABER SIDO UNA GRAN AMISTAD
Peva
Podía haber sido una gran amistad, lo mismo pensé yo aquel día que, como casi todos, me escapaba al Jamaica.
Este paseo al Jamaica es uno de mis mejores momentos del día. Ya cuando salgo de la puta residencia es como entrar a otro mundo, el mundo de la alegría, aunque esté mal decirlo con la que nos está cayendo con la puta crisis, pero dejo atrás los agobios de un pueblo en el que habito, llamado CAMF, y me adentro en otro mundo, al que pertenezco también, un mundo más animado en el cual puede pasar de todo.
Jamaica es una cafetería que está en ParqueSur. Yo me metí como siempre por la puerta principal para ver los modelitos en los escaparates, pero iba rápido y pasé de tiendas esta vez, yendo directamente hasta el Jamaica, como si presintiese algo.
Al llegar a la mesa elegida por mí, y como siempre, hago intentos de quitar la silla del cacho de mesa que voy a ocupar, que me estorba, pues como es bien sabido yo tengo esa ventaja, que soy autónoma en el tema de las sillas, nunca me quedo sin ella, pues siempre la llevo pegada a mi precioso culete, ¡no es un defecto de fábrica!, es que soy así.
Al hacer intención de quitar la silla que me estorbaba con las dificultades propias del caso, vi por el rabillo del ojo a un tío que educadamente se abalanzaba sobre ella y me la quitaba de en medio para que yo cómodamente me metiera en el hueco que ahora estaba libre.
Como todavía soy bien educada, pues le di las gracias, creyendo que ahí acabaría todo, pero cuál no sería mi sorpresa cuando el tío, uno de estos hombres maduritos con todo su pelo y con sus típicas canitas a los lados de las sienes, vamos, ¡todo un bombón!, va y me dice:
¿Puedo hablar un rato contigo?
Yo, sorprendidísima de que un tío sea así de educado, y antes de que cambiara de idea, respondo.
Claro que puedes. Total, yo también vengo sola.
Además, ahora que me fijo más, el tío no está pero que nada mal tampoco.
La pena fue que el encuentro no dio más de sí, la pura sorpresa, por más imaginación que he querido echarle.

FURIOSO
Rafa
No hace mucho que había cafeterías en la calle Santiago, por supuesto que en Valladolid. Pues en la última, en Risco, junto a la plaza Mayor, estaba yo una tarde con mi café de merienda. Estaba solo, de pie y apoyado en la barra.
Mi muleta estaba junto a mí, también apoyada en la barra. Cualquiera que me viera por aquellos días, y que viera la muleta a mi lado, no podía menos que acertar si decía que mis andares estaban un poco averiados.
No sé de dónde pudo salir aquel fulano, pero me empujó con fuerza. No sé si me había visto o no, pero ciego no era. Me tiró al suelo y caí de culo. El dolor era tan intenso que no podía ni mantenerme sentado. Por supuesto, tampoco podía incorporarme. Se apoderó de mí una furia que no quería controlar. Alcancé la muleta con mucha dificultad, pero el fulano no se ponía a mi alcance. Ni se había acercado a ayudarme.
Eres un sinvergüenza, hijo de tal.
Cuando comencé a insultar al tipo aquel, fue cuando los demás clientes de Risco reaccionaron y me socorrieron. Y sus atenciones me tranquilizaron al fin.

¡QUE LE DEN!
Víctor
Hay bocas que no son serias, eso lo sé yo bien, hay promesas que no tienen peso. He oído muchas veces frases del tipo: “Te voy a acompañar cuando lo necesites”, “Te voy a ayudar”, etc. Yo sabía que no me iban a sacar de mis tristezas –hablo de cuando estaba más comprometido, con la depresión– pero necesitaba creérmelo porque necesitaba de compañía. Iban algunos a mi habitación –o sea, iba uno– con CDs aburridísimos, de música heavy, que me tenía que tragar desde la primera canción hasta la última, ¡y todo sea por la compañía!
Tanto ruido y tanta locura me deprimían todavía más que el silencio, pero lo aguantaba todo por no hacer feos a la visita. Yo le pedía que pusiera algo de flamenco: “Aunque no sea más que una rumbita, porfa”, pero nada: “Si esos ayayayayay son lo que te deprime a ti”, me decía. Como a él no le gustaba, si yo quería que viniese a verme tenía que ser metiendo ruido.
Pues ahora me entero de que está yendo a los conciertos de Estopa. ¿Es esto serio? Un día había ido conmigo a un concierto de Camela poniendo mala cara y había vuelto diciendo que no le gustaba. Bien. ¡Y ahora va él solo a ver a Estopa! Pues que vaya, como si se quiere tirar a un pozo, ¡que le den!

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