Víctor
Yo
conozco a Antonio desde hace mucho y es buena gente, se gana la vida
en el mercadillo, hoy en Algüera, mañana en Almendralejo, pasado en
Badajoz o en Talavera. Y ahora con la crisis, aunque cueste de creer
en un gitano, incluso les fía mucho género a los que no le pueden
pagar. Es de lo que se aprovecha Eusebio, que no es que la crisis lo
haya atacado, más bien lo tiene comido el corazón la avaricia.
Antonio
vende ropa y le ha fiado a Eusebio todo un año de pantalones,
cazadoras, calcetines y camisas, o sea, mucho género que el gitano
no quiere perder. Y hace un mes, un jueves que Eusebio quería
llevarse una sudadera, Antonio le recordó que debía más de cien
euros de la campaña, exactamente 127,50. Y le detalló las prendas
no pagadas.
A
Eusebio, sin embargo, no le gustó nada que le reclamase la deuda.
Pero lloró al gitano, como siempre, que no tenía, que no cobraba la
subvención de las encinas, que tenía que alimentar a la familia, lo
de siempre. Pero Antonio, que se había enterado que las subvenciones
estaban cobradas, lo emplazó para el jueves siguiente.
¿Qué
ocurrió entre tanto? Que Eusebio se fue de la lengua un rato largo
–Antonio le había reclamado su deuda en el puesto, delante de
algunas vecinas– y corrió la especie por todo el pueblo de que
Antonio era un asaltatapias.
¿Por
qué? Porque daba la casualidad de que a mi vecino, que también se
llama Antonio, le habían robado este invierno una radial y otras
herramientas por el sistema de saltar la tapia del corral y llevarse
las cosas de más valor. Fue durante una noche y no ha sabido nada de
los ladrones, salvo que conocían muy bien la casa, vamos, de
memoria, y que no podían vivir muy lejos.
El
hecho es que cada vez hay más robos, pues cada vez hay más parados
y más hambre en el pueblo, los vecinos se miran un poco de reojo y
es lo que aprovechó Eusebio para señalar al gitano Antonio como el
fulano que guidaba las radiales.
Ya
he dicho que el gitano es buena gente. Lo que no había dicho es que
también tiene amigos en el pueblo que le pusieron al corriente de
las especies que sembraba su deudor Eusebio.
Y
al jueves siguiente Algüera conoció la hazaña del gitano Antonio,
que no ha pasado ni un mes y ya se ha convertido en la Leyenda
del Gitano Exacto,
que así le llaman ahora, el gitano
exacto,
y no sé por qué, quizá por sus palabras.
Al
terminar el mercadillo, al medio día, y después de recoger el
generó y desmontar el puesto y cargar la furgo, el gitano Antonio se
fue al bar de la avenida en busca de Eusebio, que esta mañana no se
había pasado por el mercadillo, lógico. El gitano no se había
olvidado de la escopeta. Encontró a su calumniador a la puerta del
bar, también lógico, que Antonio tenía informadores. Se acercó el
gitano a su ofensor y, sin mediar palabra, apuntó con la escopeta de
repetición a Eusebio y disparó a continuación cinco cartuchos, que
el caños echaba lumbre, toda la carga. Los dos primeros disparos
agujerearon el tronco del árbol por encima del la cabeza de Eusebio,
y los tres siguientes dieron justo a la altura de su culo, también
sobre el mismo árbol.
Vaciada
la escopeta, habló por fin el gitano Antonio y estas fueron sus
palabras, que todos oímos: "Y no digo más, que ya quedó
claro".
Y
se fue el gitano del lugar y, antes de haber llegado a su furgo, ya
Eusebio le había pagado los 127,50 euros de la deuda.
Los
municipales, al jueves siguiente, le notificaron al gitano Antonio la
multa por desperfectos en arbolado propiedad del consistorio: 100
euros. Lo cierto es que el gitano tiene la costumbre de recurrir
todas las multas, un hábito ancestral en su pueblo, como las
hogueras.
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