Indecente


Conchi
Cuando veo a un tío bueno siento calor por todo el cuerpo, me siento pletórica y me da un subidón. Pero tengo que tener cuidado porque soy diabética y las alegrías no me van nada bien (nunca me lo han medido, pero me da que me sube el azúcar en sangre).
Cada vez que el tío vale la pena, me pongo cachonda y se me van los ojos detrás de él, parece que estoy empañá, ahí mirando todo el rato... Hasta se me cae la baba y me sudan las manos, me suda todo el cuerpo en realidad, y quisiera hacerle un favor.
Por ejemplo, cada vez que veo al Dr. Vilches en Hospital Central me pongo colorada y me quedo hipnotizada mirando su barba blanca y sus ojos azules. El corazón se me pone a 100 por hora.
Para alegrarme el día no hay nada mejor que cruzarme con un tío bueno. O que me toque la lotería, que eso me daría más subidón incluso.
Si yo pudiera sería todavía más indecente, porque hasta ahora lo único que he hecho de verdad es robar un christmas en ParqueSur (¡y no me pillaron!)... Bueno, más en concreto, un paquete de 6.
La cosa fue así: estaba dándome una vuelta por ParqueSur y, de pronto, se me pasó por la cabeza coger unos christmas para felicitar a un amigo muy especial. Yo sabía que no llevaba ni cinco, pero no pude reprimirme, así que los cogí, los metí en mi bolso con la mano izquierda (que es la única que muevo así un poco regular) y salí pitando por la caja de Alcampo, y me vine para el centro echando leches. Aunque no saltó ninguna alarma me entraron los nervios porque me podían haber pillado. Yo creo que hasta crucé la carretera sin mirar.
Ya en mi habitación me entraron sudores fríos, me temblaban las piernas de lo que podía haber pasado, pero por suerte no me pasó nada. Yo no sé si alguno de los guardias de seguridad se dio cuenta y dijo “¡pobrecilla, si está en una silla de ruedas!”.
Y esto me dio la idea: la próxima vez que robe algo, si me pillan le diré al guardia que estoy mal de la cabeza, que no sé lo que hago, que estoy en tratamiento psiquiátrico. Y seguro que cuela, porque entre la silla de ruedas y la voz que tengo, la gente se cree que tengo algún retraso mental. Porque lo que es próxima, prometo que habrá próxima vez.
De momento, cada vez que voy al Alcampo compruebo donde están colocadas las botellas de Jerez (que es el vino que más me gusta), esperando el momento en que pueda trincar alguna.

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