Una gran mujer



Laura y adredista 1
Nadie se explica que una joven alemana, a quien la temprana muerte de su madre le obliga a emigrar en los años 40, escoja como destino la España de posguerra. Sobrevive los primeros tiempos como traductora de alemán, justo hasta que conoce a un joven médico en paro. Los dos salieron ganando, pues se daban apoyo económico y emocional. Antes de un año se casaron. La boda fue muy sencilla, dadas las condiciones de vida de los dos. Y los asistentes, los justos: por parte del novio sus padres y un hermano, por parte de la novia su compañera de piso, la misma que le acogió por pena el día que llegó a Madrid. 
Andrés pasó a ser D. Andrés un mes más tarde, cuando recibió el primer sueldo como médico rural. Mª. Antonia, su mujer alemana, se sentía feliz ayudando en lo que podía a todas las personas, pensaba que enseñar alemán en medio de la pobreza no era perder el tiempo y en ello se ocupaba. La nueva familia creció a gran velocidad, llegaron a tener seis hijos. Un cáncer fulminante terminó con Andrés apenas nacido el sexto. Mª. Antonia no se derrumbó, luchó como sólo una madre alemana puede hacerlo. Logró que uno de sus hijos alcanzara el título de Ingeniero Industrial y que una de sus hijas terminase Enfermería, los demás se quedaron en simples obreros. Han pasado los años y todos viven de forma aceptable en Madrid, tienen hijos sanos, menos las dos pequeñas que se mantienen solteras. Con frecuencia los niños preguntan por su abuela Mª. Antonia, a la que apenas conocieron. La respuesta es siempre la misma: “era una mujer de mucho coraje, nos sacó a todos adelante sin medios y sin marido”. 

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