Rencor




Fernando
A Pilar siempre le gustó el baile, desde pequeña, pero semejante afición no le daba más que disgustos. Hasta el final fue así. Su deseo era ir a una academia para aprender a bailar, pero la idea no le parecía bien a su padre. Él pensaba, y tenía sus razones, que lo mejor para ella era que estudiara otra cosa.
La negativa de su padre provocó que Pilar se fuera de casa muy pronto, con el consiguiente disgusto de sus padres. De nada valió que el padre permitiera que Pilar bailara, si a la vez continuaba estudiando. La hija ya no atendió a razones.
–El baile es la pasión de mi vida. Ni tú ni nadie me va a quitar este sueño –le dijo a su padre
Pilar estará en la academia tres años. Tiene que trabajar noche y día, lo mismo de camarera que de azafata de congresos o de repartidora de pizzas. Su cuerpo está sometido a un ejercicio diario extremo, pues el alquiler, la academia y todo lo tiene que paga con su trabajo.
Al cabo de estos años de esfuerzo se ha convertido en una bailarina deslumbrante, precisa, ligera. Cuando baila es cuando el cuerpo de Pilar descansa, y esto se nota en el escenario. Su cuerpo es pura expresividad, no parece que haya esfuerzo en ninguno de sus pasos.
–Ayer me llamó Alejandro, un amigo de toda la vida –comentó a Pilar su profesor cuando terminaba el curso– Es coreógrafo y busca una bailarina fiable para su compañía. Le he hablado de tus cualidades y tomó nota. Te llamará, no te asustes. Te recomiendo que hagas la prueba con él, no dejes pasar esta oportunidad.
–Gracias, profe, no me asusta bailar. Lo que me asusta es no poder bailar.
–Vas a tener muchas oportunidades.
Alejandro llama a Pilar por fin. La bailarina hace la prueba y el coreógrafo queda maravillado por la plasticidad del cuerpo de la aspirante, por su expresividad, pero sobre todo por la frescura de cualquiera de sus movimientos, lo mismo da el más complejo que el más elemental.
Contrata a Pilar y es a partir de aquí que la vida de ella da un giro total.
El baile ocupa ahora todo el tiempo de Pilar, pero su cuerpo no tiene límites, es una máquina de fascinación.
Tanto y tanto es su talento que Alejandro se acostumbra a exigirle lo imposible, pero Pilar no tiene límites. Ensayos, viajes, representaciones en cada vez teatros más espectaculares. Alejandro se descubre muy pronto colgado por completo de Pilar.
Y a Pilar termina por ocurrirle lo mismo. Nunca lo había sentido como su domador o su torturador. Al contrario, comenzó a agradecer a Alejandro todas y cada una de las imposibles figuras que su cuerpo dibujaba en el aire. Y se enamora perdidamente de él y baila todavía mejor y más ligera.
Alejandro se ha olvidado de que tiene una familia y Pilar se ha olvidado de que su cuerpo es material, de carne y hueso, de este mundo.
Volvían a Madrid, la compañía estrenaba en Madrid de nuevo.
La mujer de Alejandro y madre de sus hijos ha conseguido entrada de butaca en la primera fila para el día del estreno. Comienza el baile y esta mujer también se siente fascinada por la expresividad de la primera bailarina. Avanza la representación y es ya un hechizo lo que siente.
Casi se olvida de lo que ha venido a hacer al teatro. Cuando Pilar se dispone a atacar los últimos movimientos, esta mujer ha abierto su bolso, ha sacado un revolver muy grande para la mano que lo empuña, ha elevado con esfuerzo el cañón y ha disparado. Una única detonación. Fue suficiente. La bailarina, que flotaba, cae pesadamente sobre las tablas, muerta. Los espectadores no se lo pueden creer, no pueden aceptar lo que han visto, que aquella bailarina que flotaba fuese de carne y hueso.
Alejandro es el primero en llegar ante el cuerpo caído de Carmen, para socorrer a su amante. Y ha visto a su mujer, todavía con el revólver en la mano.
–¿Qué has hecho? Has matado al cisne, ¿cómo puedes estar tan llena de rencor?

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