Miniaturas / XXXV


Iñaki
¿Qué será de mi bolígrafo
cuando ya nadie sepa
leer las palabras
que dicta el corazón?
Pobre bolígrafo,
pobre corazón.

Maldita la hora de la siesta,
maldita hora de la soledad.

Mujer que con tus ojos castaños
me miras a los ojos,
con esos mismos ojos
que miras el horizonte,
¿me ves cuando los cierras
como ves su línea a los lejos?

Acabaré haciendo
cubitos de hielo
con los sentimientos más fríos
y triste cabalgando
sobre un viento gélido,
¡qué fría es a veces la vida!

Caen las hojas,
caen los pensamientos
como frutos maduros
sobre las hojas secas.

Aquella alegría
que no echo de menos,
aquella no era la alegría.

El instante se agiganta
cuando se termina
en un instante.

Es el calor de una palabra
con humedad
en el desierto de la ciudad.

¿Por qué habrá que subir
tantas escaleras
para tocar el corazón?
¿Por qué tanta humildad
para subir al corazón?
¿Por qué no lo comprenderé?

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