Regalo sorpresa

Laura y adredista 1
Todos los años Silvia espera con alegría el 17 de marzo. Es una adolescente muy capaz, pero tan pobre que sólo el día de su cumple recibe regalos. Este año estaba muy contenta, su amiga Elena le había prometido una agradable sorpresa. Se lo había prometido riendo y Silvia se ilusionó. Estaba tan emocionada que no conciliaba el sueño, la curiosidad y el deseo se habían convertido en una pesadilla.
¿Qué sorpresa me tendrá reservada mi amiga Elena?, pensaba. Quizás unos pantalones cortos para la primavera que se avecina… Quizás aquella figura de una madre con niño en sus brazos, que la vimos juntas una tarde gastada en pasear por la ciudad: destacaba en el centro del escaparate por su sencillez y cometí la imprudencia de expresar en voz alta cómo me gustaba esa figurita. Estoy segura que, después del paseo, mi amiga se volvió sola para comprarla y darme así una grata sorpresa.
El día 17 de marzo Silvia se despertó más pronto que nunca, con la esperanza de ver a su amiga Elena. Vendría con el bolso de siempre. Y dentro de él, el ansiado regalo.
Era la media mañana cuando sonó el timbre de la puerta con el toque típico de su amiga. A Silvia se le aceleró el corazón. En efecto, Elena entraba contenta con un envoltorio bajo el brazo que encajaba con el tamaño de la soñada figura.
Después de un largo y fuerte abrazo de “felicidades”, recibe el regalo, que apenas acierta a desenvolver por la emoción. Rompe el envoltorio y, mitad susto, mitad desilusión, aparece una fea bruja pirula.

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