Sentada del 8 de marzo de 2012

VENGATIVA
Reyes y Adredista 1
Hace un año que vivo en la calle Rioja de Zarzaquemada. Vivo con Abelino, Pablo, Chusa, Ana, Chema y Lola. Frente a mi casa está la casa de Isabel, que tiene 22 años y un Husky Siberiano al que pasea varias veces al día por mi puerta.
Lleva un mes viviendo en el barrio y ya nos hemos dado de tortas. Me llamó idiota porque pasé cerca de su perro con la silla de ruedas y, como no se quitaba del sitio, casi lo atropellé. Se enfadó, yo la llamé imbécil y la liamos gorda.
Desde entonces nos odiamos las dos y pasamos el tiempo pensando cómo hacernos daño la una a la otra. Yo procuro salir a la calle cuando ella pasea a su perro, ya sé que llama Leal, y procuro acercarle lo más posible mi silla. Es un perro bastante grande y siempre se me escapa cuando voy a por él. Entonces es cuando Isabel me llama puta y yo me escapo lo más pronto que puedo riendo y sacándole la lengua.
No quiero pelearme más con ella, aunque sigo pensando en qué otro momento podré atropellarle el perro con mi silla para que sufra un poco. Y si no lo consigo, por lo menos que se lleve un buen susto.
Intento atropellar a su perro porque no tengo fuerzas para atropellarla a ella.


UN TÍO LEGAL
Víctor
Un amigo legal es un descubrimiento muy grato en la vida de cualquier persona, cuanto más para mí, la vida de un cojo al que no se acercan muchos y del que huye la mayoría de gente a la que sí me acerco yo.
Pues he conocido a un chico no hace mucho al que un accidente de moto cambió la vida para siempre. Después de un coma muy prolongado, se presentó de vuelta en este mundo con la movilidad muy comprometida y prácticamente sin habla, pues se había destrozado la boca. Han pasado ya suficientes años desde entonces y se ha acostumbrado a vivir como es, guapo, con buen humor y yo diría que optimista a pesar de todo.
Y resulta que, cuanto mejor le voy conociendo, más mejor me va cayendo. Sus hermanos y sus amigos, que también los conozco, son gente estupenda, muy legal, y él me trata cada vez mejor, con más consideración que la mayoría de los que me conocen de toda la vida o mis amigos de siempre.
Además, me deja acompañarle y yo traduzco sus palabras lo mismo ante la concejala de deportes, una vez que fue a reclamar mejores horarios en el Pabellón Europa, que ante el camarero del restaurante que nos va a servir. Por cierto, siempre paga él la comida y, además, me dejó dinero un día, hace poco, para que me cambiara los cristales de las gafas de sol.
¿Que por qué cuento esto? La pregunta que yo me hago es otra: ¿por qué será que todo el mundo se empeña en separarme de él? Yo agradecería a todos que me dejasen disfrutar de mi amistad con este chico y que no gastasen sus consejos, porque lo cierto es que los consejos también se desgastan mucho y a lo mejor en otro momento cualquiera los necesito yo o los necesita otro y ya no sirven.
Y que mi amigo me ha pedido que le cuente los problemas que tenga con cualquiera, lo mismo residentes que cuidadoras, que así entre los dos a lo mejor nos apañamos mejor para solucionarlos. ¿A qué os suena esto? No me digáis que no es legal, ¡si parece un motín!


COSAS
Conchi
Yo era aficionada a quedar con una amiga mayor que también se llamaba Concha (–Nos juntó la virgen, decía ella. Y yo contestaba –O la virginidad), que todos los días me juntaba en la plaza con ella, y otras mujeres más, y yo le contaba mis problemas y mis cosas de la residencia. Y ella me decía “cada vez me cuesta más andar con las muletas porque tengo dos prótesis de cadera”, y yo la contestaba “siéntate, que yo ya estoy sentada y no me canso”. Porque a veces no me doy cuenta de que las personas mayores que van andando se cansan, como yo tengo el culo sentado siempre, pues claro.
Me agradaba su forma de hablar, me daba consejos, una vez hasta me regaló un pañuelo para mi cumpleaños y me pasaba las horas muertas en la plaza con ella hasta la una de la madrugada. A veces las cuidadoras me iban a buscar porque se preocupaban de dónde estaba a esas horas, tan tarde, que me podía pasar algo.
Y yo estaba tan tranquila y tan feliz en la plaza charlando.
Otra que también andaba por la plaza era Yolanda, una rubia de unos 50 años, que se acercaba a nosotras para sacarnos algo de dinero o tabaco- Hasta que una cuidadora la denunció al director, porque observaron que me quitaba el tabaco y el dinero. Y entonces dieron la voz de alarma para no dejarla pasar al centro, porque ya no sólo me dejaba pelada en la plaza, sino que venía a buscarme a la residencia para acabar de limpiarme.
A Yolanda debieron de terminar por darle un toque, porque ya no volví a verla más, de lo cual nos alegramos Concha y yo, porque así ya no nos sacaba la pasta. Nos sentimos aliviadas, sobre todo yo (Concha no lo sé), porque habíamos sido unas pringadas.
Pero desde el día que me atropelló un coche saliendo del CAMF, no he vuelto a salir sola por la noche, así que no he vuelto a ver a Concha, aunque me imagino que se habrá muerto de vieja, porque ninguna de las personas que nos acompañaban durante aquellas noches me ha sabido contestar cuando he preguntado por ella.

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