Niña insoportable

Conchi Mi padre no tenía mal carácter, pero cada vez que le desobedecía se cabreaba. A mí me daba igual, yo hacía lo que me daba la gana... Sabía que mi padre casi siempre tenía razón, pero nunca se lo iba a decir porque yo era una cabezona.
Cada vez que no me gustaba la comida no me la comía. Era muy pequeña y ya tiraba los platos al suelo. Mi madre me pegaba en las manos para que no lo hiciera, pero a mí me daba igual. Cuando no me gustaba la comida, o cerraba la boca o tiraba los platos al suelo... Tenía mucho genio... Y mi madre me ponía las manos coloradas.
Recuerdo una vez que había cocido para comer. A mí nunca me han gustado los garbanzos, así que ¡zas!, estampé el plato contra la pared. Mi hermano, que estaba sentado a mi lado y siempre hacía de hermano mayor, aunque solo tenía 18 meses más que yo, me arreó tan fuerte en la mano que se me puso más roja todavía que la cara, pues tan colorada se puso mi cara de la rabia que parecía que iba a explotar, porque yo tengo mucho genio, aunque descubro que me estoy haciendo mayor cuando, a veces, consigo controlarlo.
Pero aquella vez mi madre le dio un revés en la tripa a mi hermano y le dijo:
– ¿Por qué has pegado a tu hermana, que no se puede defender?.
Y yo me alegré de que diese a mi hermano.
Reconozco que por aquel entonces era un poco puta en este aspecto. Siempre era yo la que empezaba las riñas y era mi hermano el que se llevaba todos los golpes. Yo siempre me salía con la mía, incluso lloraba como de mentira para que le echaran la culpa a él. Pero aquella vez no tuve que fingir las lágrimas, aunque no eran de dolor sino de rabia. Era la primera vez que mi hermano me pegaba, pero no iba a haber muchas más, que yo aprendí rápido la manera de que mi madre se las devolviera.

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