Camaradas

Fernando
Pilar y Magdalena no recuerdan haberse separado nunca en la vida. Se conocen desde niñas, se criaron juntas en el pueblo, iban juntas al colegio, a la piscina y al cine de verano, eran inseparables. Cuando comenzaron a verse también en el bar, el pueblo ya se les quedaba pequeño.
La primera decisión importante que tomaron las dos amigas fue irse a Madrid. Alquilan juntas un piso en Moratalaz y buscan trabajo. Magdalena consigue muy pronto trabajo en un bingo por la plaza de Manuel Becerra. Pilar tardó un poco más, y por fin se colocó de camarera. Han tenido suerte, son felices.
Un día Magdalena siente raras y difusas molestias y va al médico. Al principio creyó que sería cosa de la regla, pero pasa el tiempo y no mejora. El cólico nefrítico la sorprende en la cama y no soporta el dolor. Pilar la lleva al hospital y en el Gregorio Marañón les dan la peor noticia de su vida.
Después de muchas pruebas, ecografía, escáner, pero sobre todo análisis, el diagnóstico es demoledor. Magdalena sufre de insuficiencia renal y necesita de diálisis inmediatamente. O sea, ha perdido la libertad, estará de por vida atada a la diálisis. Incluso peor, pues el nefrólogo advierte de que el deterioro de sus riñones es demasiado rápido.
–Magdalena, sólo un trasplante te salvará la vida.
Han sido demasiadas malas noticias en demasiados pocos días, pero Magdalena se resigna. Es hija única y su padre murió siendo ella niña. Su madre, siempre muy delicada, tampoco le sirve de mucha ayuda. Solo tiene a Pilar para apoyarse y solo Pilar la ayuda de verdad y la sostiene.
Pero la lista de espera corre muy lenta, el donante no llega y la que no puede resignarse es Pilar. Observa el deterioro de su amiga y se desespera, la quiere demasiado. Y toma la decisión. De momento no le dice nada a Magdalena por no crearle falsas expectativas. Se hace las pruebas y, cuando el cirujano le asegura que son compatibles, entonces sí.
–Magdalena, el miércoles es tu cumpleaños y te voy a hacer el regalo de tu vida, yo soy así.
En fin, que las operaciones son un éxito y Magdalena vuelve a tener una vida al lado de su amiga.
–¿Y cómo te podré pagar yo esto? –le dice a Pilar un día Magdalena, que está recuperada, ha vuelto a trabajar y por fin vuelve a sonreir.
–Que nunca se te ocurra ponerme los cuernos.

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