El Seiscientos de mi padre

Víctor y adredista 0
Se puede decir que yo he crecido a la sombra de un seiscientos. Literal, fue el primer coche de mi padre y con él íbamos toda la familia a las fincas, sobre todo a una parcela de regadío, donde mi padre tenía los tomates, los pimientos, los pepinos y todo eso. Íbamos en aquel coche los seis de la familia, mama, papa y los cuatro hermanos, y Curro, el perro, que siempre nos acompañaba, y los canastos vacíos, y volvíamos los seis, por supuesto, con el perro y la cosecha recogida, todos los cestos llenos en la baca.
A mí me dejaban a la sombra del coche y Curro jugaba conmigo, me hacía compañía. Lo recuerdo con cuatro, cinco, seis, siete años. Como todavía era pequeño, no usaba silla de ruedas y me llevaban en brazos, unas veces mi madre, otras mi padre y otras Pedro. Me dejaban a la sombra del coche siempre.
Había árboles por allí y mi padre el seiscientos lo aparcaba siempre a la sombra, pero mi madre colocaba la manta pegada al coche y a mí me colocaba encima, "que de la sombra del coche me fío más, no se mueve tanto", decía. Pero yo gateaba mucho y más de una vez me tuvo que buscar el Curro porque me había ido gateando lindera adelante, a los maíces.
Cuando íbamos a recoger melones, a lo de secano, también íbamos en el seiscientos, pero allí no había árboles y yo procuraba que no me diera mucho el sol, no me iba muy lejos.
En el seiscientos me llevaba mi padre a Badajoz, a rehabilitación, una vez a la semana, a la Residencia, con un médico. A Badajoz sólo íbamos mi padre, mi madre y yo.
Fue en uno de estos viajes que a mi madre la atropelló un autobús y la mató. Yo sentí entonces un vacío que no se me acaba de llenar.
Y al poco de aquello, mi padre cambió el seiscientos por un citroën algo más grande. Ahora que lo pienso, el seiscientos y mi madre llenaron mi niñez y a los dos los perdí casi al mismo tiempo. Con aquel seiscientos se fue mi niñez.

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