Sentada del 28 de julio de 2011

Quedan pocos días
para la presentación (2 de septiembre de 2011)
en la FNAC de ParqueSur del libro
Manifiesto saltamontes,
escrito por Carmen Soria,
una autora genial
para un libro que es una revelación.


SUEÑOS LOCOS
Fonso
Soy de sueño rápido y despertar ligero, de manera que cinco minutos después de las nueve –porque me acuestan en el primer turno– ya estoy roncando, y no han dado la tres de la madrugada cuando ya tengo todo el pescado vendido y la noche por delante.
A la espera de que me levanten para desayunar, solo me queda una cosa por hacer, y es darle vueltas y más vueltas al tejadillo. Me enredo en los asuntos pendientes, por ejemplo, cómo continuar y resolver los relatos que tengo a medio hacer (cosa que hace feliz a Manuel), qué voy a decirle a Nacha para que me devuelva mi silla eléctrica, cómo les entro a las del Prójimo Próximo para que me lleven al oftalmólogo o a quién le coloco los décimos que siempre traigo de más…
Este duermevela, cientos de veces repetido, suele desembocar en todo lo que tiene que ver con mover el culo de la cama. ¿Y qué medio mejor para moverse que montado en un caballo blanco (o negro, que tampoco uno es racista)? ¿Y qué espacio puede ganar en amplitud al salvaje Oeste? ¿Y qué mejor blanco que un indio cuando trabajo para los blancos o un blanco cuando trabajo para los indios? De ahí a tener un par de Colt 45 colgados de la cintura, dos cananas cruzadas sobre el pecho, un Winchester 73, un sombrero de ala ancha y sendas espuelas de plata solo hay un paso.
El rifle, que llevo colgado en una funda de cuero con flecos en el lado derecho de la montura, lo suelo utilizar para matar indios o búfalos a larga distancia, y las pistolas, para cargarme personas a la corta… La cuestión es matar todo lo que se mueve, y si no se mueve tampoco pasa nada, pues nunca faltan cactus ni chumberas ni latas de alubias oxidadas, a las que les puedes tirar sin miedo a herir a ningún inocente, o pistoleros dormidos.
Si he dicho antes que mato personas, estas suelen ser de las malas. Los indios de Toro Sentado o los gringos de Custer son gajes del oficio, que para eso me pagan. Me refiero a tahúres con ases por todas partes, cazadores de recompensas, sheriffs corruptos, jueces sin conciencia y demás escoria, que tampoco es cuestión de gastar uno sus balas tontamente. A los indios –como le pasaba a Billy “El niño” cuando mataba a mejicanos– ni los cuento, como no sea para saber cuánto me gano a dólar de plata que me paga el gobierno por cabellera.
Estos sueños de pistolero de conveniencia en el lejano Oeste de América, domador de caballos salvajes, asaltante de trenes en marcha o justiciero por cuenta propia son los que más me vienen a la memoria, junto con otros tales, como chulo de putas en la Casa de Campo de aquí, de Madrid, o matón de barrio, pandillero, piloto de coches de carreras, drogadicto, transexual, loco de atar… o lo que haga falta.
Pero tampoco es cuestión de contarlos todos en un solo relato.


LA CURIOSA
Laura y adredista 1
Siendo joven me gustaba ayudar a los demás, por eso me dediqué a estudiar enfermería para estar en contacto con las personas y sus problemas. Así intentaba descubrir el misterio del cuerpo humano, que me valdría para conocer mi propio cuerpo. Conociéndome a mí misma puedo atender mejor a los demás.
Mirando a los ojos de otra persona puedes descubrir muchos misterios. Si los ojos están amarillos es claro que la persona tiene ictericia. Si es muy curiosa, sus ojos están más vivos de lo normal. Si no miran de frente y sí hacia abajo, la persona está triste. Los ojos vivarachos indican alegría, los que están lacrimosos provocan a quien los mira la curiosidad de saber por quién llorará o si hay alguna desgracia especial en su vida.
Los labios estirados por la sonrisa nos dicen que la persona está alegre y, como la alegría se contagia, yo no me aguanto las ganas de sonreírme y preguntar: ¿Por qué estás alegre? Este contagio de la alegría es totalmente cierto: no hay más que observar a un enfermo cuando entra una enfermera alegre con las pastilla, y después otra, muy seria, que las deja encima de la mesa y se va.
Los andares también dicen mucho de las personas: el paso firme muestra seguridad; el rápido, nerviosismo y prisas; el lento, tranquilidad y paz.
Si veo a una persona con ropa sucia o rota me hace preguntarme: ¿En qué condiciones vivirá este ser humano?
Conclusión: debe de ser bueno tener curiosidad, conocemos mejor a otras personas y a una misma. Las mujeres somos curiosas de por sí. Solemos estar pendientes de todo lo que nos rodea, no sé por qué, quizá buscamos las cosas que nos pueden venir bien. Somos celosas de lo que ya tenemos.


CELOS
Víctor y adredista 0
Conozco bien a Adela, es la mujer que ha amarrado a la pata de la cama a mi mejor amigo, Ausibio, que no lo deja ni asomarse a la puerta de la calle. Si es conmigo, Ausibio todavía tiene permiso para pasear, pues como voy en silla de ruedas, nuca nos alejamos demasiado de su casa y Adela controla en la distancia.
Lo que tiene a Ausibio desesperado es que su parienta no le deja reunirse con los amigos de siempre, o sea, con los que se emborrachaba en los botellones, que solían terminar sus noches de juerga en algún club de alterne tomándose la última.
–Hace un año o más que no los veo. Y si los veo, que es lo peor, tiene que ser con ella delante, me controla hasta el pensamiento –así se expresa Ausibio, no me habla de otra cosa últimamente.
–Si Adela supiera la mitad de lo que yo sé sobre tus correrías, ya te habría tirado al pozo, para estar más segura de que no se la das.
–Víctor, ni en broma me digas eso, que me dan vértigo los pozos. Si todavía le vas a dar la razón a ella.
–El caso es que tienes un problema.
Todas la tardes que nos vemos, Ausibio me da la misma turra. Ya conozco de los celos de Adela más que su marido. Me cuenta que incluso tiene celos de su hija, que no la deja ir a casa de los tíos porque la niña vuelve diciendo que quiere más a esta o a la otra que a su propia madre.
–Ausibio, tu mujer necesita cariño. Los celos le vienen porque se siente insegura, porque no le haces mucho caso.
–Si no salgo de casa en todo el día.
–Adela no te deja salir porque teme perderte. ¿Por qué no la convences a ella para que se airee un poco y se relacione con más gente que tú?
–¿Pero tú que pretendes, que se haga una golfa?
–A lo mejor por ahí consigues un poco de paz, Ausibio, que los caminos del amor son inescrutables.
–Tú eres un degenerado, Víctor. La mujer, la pata quebrada y en casa.
–Ah, no lo sabía.

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