La ventana de Cristina

Víctor
Cristina me gusta porque es muy guapa. De los ojos le salen como fuegos artificiales que colorean mi vida, pues cuando me mira es la señal de que ha comenzado la fiesta.
De verdad, lo que más amo de ella es su alegría, su ansia por aprovechar la vida.
Para Cristina, estar despierta ya es el mayor placer. El secreto de su alegría es que todo lo que la rodea esconde algo que la entusiasma, lo mismo una fuente que una paloma, lo mismo una lágrima que el picaporte de la puerta. Sabe reírse de la tristeza y sabe compartir la alegría.
Lo que mejor hace Cristina es mirar por la ventana. Dice que las ventanas son los ojos que tienen los rascacielos para mirarse los cimientos cuando se sienten cansados, “Y los ojos de los que no podemos movernos mucho”, remacha.
Ella lo que ve cuando mira por la ventana, si mira hoy, es el verano, porque dice que hoy los árboles ya están vestidos completamente. Dice que en primavera el parque comienza a coquetear con el sol, hasta que se viste del todo en verano. El otoño, ella lo ve siempre en las gentes que caminan despacio, sabiamente, y el invierno, a pesar de desnudar los parques, nunca pudo enfriar el corazón de Cristina. En fin, su ventana es como sus ojos, puros fuegos artificiales.
Mi afición es Cristina porque es guapa, creo que ya lo he dicho.
Cuando sus ojos por fin se demores un poco en los míos, cuando descubra en mis ojos otra ventana para su magia, entonces yo habré vuelto a nacer.
Mientras tanto, el que yo pueda verla todos los días empujando su silla de ruedas pasillo adelante es el regalo que me hace. Por eso que me levanto cada mañana y salgo al pasillo.
Y pensar en Cristina mirando el creciente de la luna por su ventana me quita el miedo a la noche.

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