Sentada del 5 de mayo de 2011

MINIATURAS XX
Iñaki

Noelia
es una aspirina llena de vida,
de mucha y buena vida,
es una aspirina de alegría,
Noelia es alegría.


Aspirina de buen corazón,
aspirina redonda
con mucho fundamento,
una aspirina que es sólo cariño.


Estuviste ahí y nunca
desviaste la mirada,
las aspirinas nunca
desvían la mirada,
nunca miran atrás
las aspirinas
si no es para enjugar
un par de lágrimas.


Noelia es la alegría,
es la enfermería
del orgullo y la paciencia,
simplemente Noelia,
la enfermería de la aspirina.


La emoción de sentir,
la emoción de querer,
la puta emoción del cariño.


Nunca necesitaré a esa mujer
porque quiero a esa mujer.


Profesores de nubes,
de nubes varias
profesores.


COMPARTIRÍA LA ETERNIDAD
Conchi
Yo compartiría la eternidad con mi amigo Misceláneo, porque me parece un chico extraordinario, que sólo quiere que yo le haga un poco de compañía. Me voy todas las noches a su habitación y hablamos de todo a la vez.
A mí me hace unos líos en la cabeza que a veces, por no dejarle con la palabra en la boca, me aguanto y escucho sus discursos. A veces me parecen interesantes, pero otras veces son un rollazo. Como yo también estoy sola aquí, en la residencia, pues me aguanto, que así tengo un amiguete con quien charlar.
En realidad, yo le llamo así, Misceláneo, porque nunca se decide a contar una historia cada vez, no tiene bastante.
A las 21:00h, después de cenar, me meto en su habitación hasta las 22:30h que me mandan a la cama, cuando me dicen las cuidadoras “Venga, niña, a la habitación, que te tenemos que acostar”. Yo me quejo todas las noches, pero me da igual, no hay forma de que me dejen la última y me acuesten a las 23:30h.
Ellas me dicen que tengo todo el día para hablar con él, pero no se dan cuenta de que Misceláneo se pasa la mañana en el gimnasio, porque si no le quitan la silla los terapeutas, y por la tarde está viendo la tele o durmiendo, que no sale de su habitación. Nunca sale a tomar el sol ni nada de eso.
Y yo también tengo las tardes ocupadas, que tengo que ir a ParqueSur o al gimnasio, que tengo que entrenarme para los campeonatos de boccia... Y además está la guardia civil (es como yo llamo a mi madre), que no creo que le gustase, después de venir desde Madrid cada día, que la deje sola para irme a hablar con Misceláneo.
Ahora Misceláneo está en el hospital, lleva dos semanas allí y por más que pregunto a las enfermeras no me dicen nada.
Yo me temo lo peor, porque tiene una enfermedad degenerativa de la que ya se han muerto sus dos hermanos. Pero a día de hoy todavía no han precintado su habitación, así que tengo esperanzas de que vuelva para seguir compartiendo la vida con él, antes de compartir la eternidad.


EL ROLLO DE LA RISA
Peva
Yo creo que ser risueño viene mucho de la educación, pero también de una vida sin preocupaciones. Cuanto más suelta te encuentras, que eres joven y no tienes que dar un palo al agua, la vida es mucho más fácil y por lo tanto la risa te sale fluida como la de un niño. Los niños son capaces de reírse hasta cuando su madre les hace cosquillas en los pies, que esto mira que te sienta como un tiro, y sin embargo el niño se desternilla de risa.
La realidad es que la risa tiene muchas caras y casi todas bonitas, hasta esa risa nerviosa que te sale cuando alguien te ha chafado un plan y no puedes abofetearlo porque fue culpa tuya, que te hiciste demasiadas ilusiones, o sea, cuando se te queda cara de tonta y la adornas con esa risita tan graciosa. Quizá la sonrisa cínica, la risa de las brujas malas, sea la única que no es nada bonita. O cuento un caso...
El caso es que el otro día yo, bueno, nosotras, mis hermanas y yo –el día primaveral como un regalo, ¡cómo me gusta a mí esta estación!– nos fuimos las tres al chiringuito que tenemos en la esquina de nuestra casa. Tanto las chicas como yo teníamos muchas ganas de juerga, que sabido es que hay días que se levanta una poniendo los dos pies en el suelo al mismo tiempo, pero si coincide que las tres lo hemos hecho, pues estos son los momentos que hay que aprovechar y pasarlo de maravilla, porque a saber cuando llega otro.
Estábamos allí sentadas, tan tranquilas, cuando de pronto pasó ante nosotras un hombre de lo más cachas, un tipo rompedor, de estos que a cada paso que da parece que se va a comer el mundo. Y mira por donde, aquel tío que se creía un dios va y tropieza, tambaleándose y cayéndose al suelo cuan largo era.
Nosotras, que habíamos visto toda la secuencia y que resultó ser la mar de graciosa, ¿qué podíamos hacer? Tuvimos nuestro ataque de hilaridad, con perdón. Vamos a decirlo claro, que nos meábamos de risa.
Pero al individuo no le había hecho la más mínima gracia y nos increpó, afeándonos a las tres por nuestro asqueroso comportamiento.
¿Y qué consiguió con su protesta? Que a nosotras, al comprobar su cabreo, nos diese más todavía la risa bruja. Si es que está claro que las hermanas Palacio somos un poco puñeteras, ya lo decía mi padre. Sobre todo, cuando coincide que las tres nos levantamos con los dos pies.

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