El rollo de la risa

Peva
Yo creo que ser risueño viene mucho de la educación, pero también de una vida sin preocupaciones. Cuanto más suelta te encuentras, que eres joven y no tienes que dar un palo al agua, la vida es mucho más fácil y por lo tanto la risa te sale fluida como la de un niño. Los niños son capaces de reírse hasta cuando su madre les hace cosquillas en los pies, que esto mira que te sienta como un tiro, y sin embargo el niño se desternilla de risa.
La realidad es que la risa tiene muchas caras y casi todas bonitas, hasta esa risa nerviosa que te sale cuando alguien te ha chafado un plan y no puedes abofetearlo porque fue culpa tuya, que te hiciste demasiadas ilusiones, o sea, cuando se te queda cara de tonta y la adornas con esa risita tan graciosa. Quizá la sonrisa cínica, la risa de las brujas malas, sea la única que no es nada bonita. O cuento un caso...
El caso es que el otro día yo, bueno, nosotras, mis hermanas y yo –el día primaveral como un regalo, ¡cómo me gusta a mí esta estación!– nos fuimos las tres al chiringuito que tenemos en la esquina de nuestra casa. Tanto las chicas como yo teníamos muchas ganas de juerga, que sabido es que hay días que se levanta una poniendo los dos pies en el suelo al mismo tiempo, pero si coincide que las tres lo hemos hecho, pues estos son los momentos que hay que aprovechar y pasarlo de maravilla, porque a saber cuando llega otro.
Estábamos allí sentadas, tan tranquilas, cuando de pronto pasó ante nosotras un hombre de lo más cachas, un tipo rompedor, de estos que a cada paso que da parece que se va a comer el mundo. Y mira por donde, aquel tío que se creía un dios va y tropieza, tambaleándose y cayéndose al suelo cuan largo era.
Nosotras, que habíamos visto toda la secuencia y que resultó ser la mar de graciosa, ¿qué podíamos hacer? Tuvimos nuestro ataque de hilaridad, con perdón. Vamos a decirlo claro, que nos meábamos de risa.
Pero al individuo no le había hecho la más mínima gracia y nos increpó, afeándonos a las tres por nuestro asqueroso comportamiento.
¿Y qué consiguió con su protesta? Que a nosotras, al comprobar su cabreo, nos diese más todavía la risa bruja. Si es que está claro que las hermanas Palacio somos un poco puñeteras, ya lo decía mi padre. Sobre todo, cuando coincide que las tres nos levantamos con los dos pies.

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