Decente entre comillas

Peva
Últimamente la decencia no es muy rentable. Ponte en el lugar de ese currito que un día ha ido a trabajar, siempre fue muy decente, y de repente el jefe lo llama al cuchitril que tiene por despacho. El trabajador se sienta en la punta de la silla porque ya se figura para qué lo han llamado a semejante lugar, ni siquiera se atreve a sentarse con todo el culo en la susodicha mullida silla porque no es tonto, ha adivinado el sentido de la convocatoria y no escosa de que la noticia lo pille relajado. Y el jefe le dice, con lágrimas en los ojos porque también hay jefes llorones, que no le queda más cojones que mandarlo a la puta calle, y que tiene que botarle sin indemnización porque ni siquiera le queda un duro para pagar su despido, y que todo es legal y que le da mucha rabia y que por eso llora. El currito en ese momento pierde el sentido de la decencia, el respeto por una virtud de que siempre hizo gala y, aparte de romper el mobiliario, que no rompió partes más blandas porque muy oportunamente el jefe se había retirado, larga por su hasta aquí decente boca lo que no estaba escrito.
En fin, que todo el mundo es decente hasta que no se demuestre lo contrario, o sea, hasta que te despiden, que hay personas que son decentes hasta el final. Pero según está la vida, la nuestra, con todos sus problemas y conflictos, cada vez es más complicado ser decente decente. Hay que buscarse la vida, nos cuesta mucho esfuerzo y esto implica que la decencia a veces se deje de lado y que el listón vaya bajando y bajando hasta quedar por debajo de la hierva del jardín del adosado.
Pero a pesar de que la vida está muy jodida, es mejor ser una persona decente, ser alguien en quien poder confiar. Porque, si no, pasa lo que pasa, que la gente ocupa Sol y te saca los colores porque no se fía de ti, y con razón. Yo por ejemplo no confío ni en mí misma, y eso que soy decente, es un decir. Porque esta palabra es lo que tiene, que no es lo mismo meter la mano donde no debes y enriquecerte mangando que dejarte meter mano y permitir que algún jovencito te haga un favor.
En fin, es una palabra muy fácil de confundir, la decencia no es para todos igual. Yo creo que la decencia es como una goma, que se estira o se encoge según la necesidad del que la usa. El caso es que los seres humanos no somos todos iguales, y los hay que tienen muchas necesidades y por eso se meten a gestores de los bienes ajenos, hay que comprender a los políticos. Además, en un momento dado, ¡y no es que lo justifique!, todos perdemos la decencia, y por eso hay que ser justos y ponderados en nuestros juicios. Sin ir más lejos, recordad al currito del ejemplo anterior, que mandó su decencia a hacer puñetas por un simple desahogo pueril. Otra cosa hubiera sido emplearse con el jefe, en vez de con su mesa, pero eso es otra historia.

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