Sentada del 7 de abril de 2011

DE MALOS ROLLOS
HeavyMetal
Desde que me metí en estos centros mi comportamiento es malo.
Sólo estoy bien cuando me voy por ahí, con mis chicas, a follar.
Pero me gustaría estar más unido con mi hermano, aunque las circunstancias nos separan.
Me ha llamado hoy mi hermano, que es mi cumpleaños, estaba trabajando.
Le dije que yo estaba ocupado, en un curso de periodismo.
Él también estaba ocupado.
No le puedo ver, aunque hoy sea mi cumple.
Me estoy muriendo de pena, siempre solo.
Joder, todas las noches pensando en morirme.
No encuentro la amistad, con lo importante que es.
Ahora no creo en la amistad.
El mejor amigo, mi hermano. Porque amigos amigos no existen, y menos para nosotros, los cojos.
El puto dinero ha roto el cariño de mi hermano.
Me ha dicho que no vende nada.
Tendré que hablar más con dios, de estos malos rollos.
No son mis mejores días del año.



EL SEISCIENTOS
Laura y adredista 1
Cuando quiero comenzar a escribir suelo estar en blanco, pero hoy recuerdo bien una excursión de cuando era muy niña.
Éramos seis hermanos y se nos unieron los amigos y otros amigos de nuestros amigos. En total, éramos unos 15 y a todos nos metieron en un seiscientos.
¡Imaginaos! Íbamos unos encima de otros, todos contentos y todos cantando. Conducía un adulto, no me acuerdo bien quién sería. Yo, que era gordita, estaba sentada en el asiento y encima de mí iba mi hermana Monse, que era delgadita, y encima de Monse alguien más. Y todavía los que no iban sentados como yo me envidiaban, ellos no sabían que sus huesos se clavaban en mis muslos cada vez que pillábamos un bache.
Íbamos de excursión al nacimiento del río Manzanares. Por entonces era un río precioso, con mucho caudal limpio y sitios hondos, que había que tener cuidado con los pequeños. Tardamos como dos horas y media en llegar. Sin embargo, el trayecto se nos hizo cortísimo porque mamá, que cantaba muy bien y tarareaba mejor nos dirigía la música sin cansarse. Conduciría ella. No consiguió rematar ninguna canción, pues las risotadas eran tremendas.
Llevábamos ropas de verano




EL CIEGO
Víctor y adredista 0
Hubo un tiempo en que le compraba el cuponazo a Emilio todos los viernes, cuando estaba en Algüera. La ONCE no le ha puesto kiosco y Emilio vende el cupón esquinero, o sea, acera adelante y gritando eso tan viejo de los Iguales para hoy, o el Cuponazo, que es más moderno.
Emilio siempre recorre las calles arriba y abajo, y yo salía a mi puerta cuando le oía llegar. Mi hermana me daba los tres euros y le pedía el cuponazo del viernes. En casa sólo jugábamos al cuponazo. Cuando le daba tres monedas de euro, no había mucho problema, pero cualquier otra combinación le ponía en alerta al ciego. Y las monedas de cincuenta céntimos directamente le sacaban de quicio.
–¿No tenía otra cosa tu hermana?
–Son de curso legal.
No me atrevía a llevarle monedas más pequeñas, pero con el papel pasaba lo mismo, también se ponía de los nervios. Cuando eran cinco euros, te devolvía dos, regañando, y bien. Pero si el billete era de diez, siempre se le olvidaba darte cinco.
–Emilio, que aquí falta algo.
–No te pases de listo, ya me quieres tangar –gritaba el ciego para que lo oyesen bien todos, sobre todo desconocidos.
Pero le oía mi hermana y con mi hermana no se atrevía.
–Macarena, creía que Vítor me daba cinco euros, perdona la molestia.
Y cuando le pagaba con veinte, con cierta frecuencia, aún me daba tiempo a observar cómo comenzaban a brillarle los ojos de codicia antes incluso de devolverme la pasta. Y me daba la risa incluso antes de que comenzara a gritar porque yo le reclamaba los diez euros que no me devolvía.
–Eres un granuja, quieres abusar de un pobre ciego –no podía evitarlo y comenzaba a gritar.
–Tendré que llamar a mi hermana Macarena –le decía yo.
–Que venga, que venga, que ya le diré yo lo golfo que eres.
Pero salía mi hermana y se le disimulaba la codicia.
Yo estaba deseando que llegase el viernes para tenerla con Emilio. Una ves le montó la bronca incluso al alcalde. Tuvo que salir en su defensa la concejala de cultura, que no es mi hermana, lo juro. Porque no había dicho que Emilio siente debilidad por las voces femeninas en general, y de ellas sí se fía. Para el ciego de mi pueblo, sólo lo que dicen las mujeres va a misa, ni del cura se fía.

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