Sentada del 14 de abril de 2011

DIOS
Victor y adredista 0
Yo voy a misa los domingos
y hablo con dios
porque sólo dios me escucha
como me escucha mi hermana.
Dios es una maravilla
porque cada minuto me regala la vida
y yo cada minuto le sonrío,
nunca me olvido de dios
pues vosotros, mis compañeros,
también sois su obra
y está presente en vosotros,
cada mañana os despertáis
alentados por dios
y a mí también me sopla.
Yo olvidé todo
lo que me enseñaron en la catequesis
y desde que hice la primera comunión
ningún sacerdote me ha escuchado,
ni siquiera se ha dirigido a mí,
el dios que siento en mi silencio
me ha descubierto a los compañeros
y me ha enseñado a quereros a todos.
Hablo con dios
y dios me escucha,
dios y yo nos entendemos.


UN AMIGO
Rafa
Tengo un amigo que le conocí en el barrio donde vivía y se llama José María. Este amigo se casó hace más de veinte años y tiene tres hijos de familia, aparte, claro, de su mujer. Nos conocimos jugando en el barrio Grupo Leones de Castilla, en Valladolid. Teníamos unos 4 ó 5 años y ahora yo tengo 55, o sea que hace unos cuantos ya.
Nos llevábamos como el perro y el gato, pero nunca nos llegamos a pegar, cosa que otros lo hacían repentinamente y sin mucho motivo. José María ha sido y es un buen amigo. Cuando me he puesto yo malo ha estado a verme al hospital, en Valladolid.
Nosotros éramos un grupo de unos veinte amigos, pero salíamos sólo tres: Serafín, José María y Rafael, o sea, yo que, por desgracia, siempre he andado bastante cojito, pero nunca llegué por entonces a estar en una silla de ruedas como estoy ahora. Nosotros íbamos a discotecas o fiestas, me refiero a los guateques, aunque yo no me divertía como los demás porque no me podía mover como hubiera querido.
Siendo jóvenes todavía, quiero decir con unos 12 a 15 años, nosotros también discutíamos mucho, discutíamos por cualquier cosa, pero acabábamos siempre haciendo las paces con un abrazo amigable.
José María es el único amigo que conservo desde hace tanto tiempo, aunque hace mucho que no nos vemos. Él vive muy cerquita del hospital donde estuve yo ingresado, pero yo ya salí de ese hospital y me trajeron aquí, a Leganés.


LA SANTA TORRIJA
Isabel
Cuando llega la Semana Santa, llega el tiempo de las famosas torrijas. Las hacen de vino y de leche, pero a mi me gustan más estas últimas. A mi hermano le gustaban más las de vino, que se las comía corriendo, sin dejar ni una. Lo que pasa es que ahora está peleado con mi madre y ya no le hace más torrijas.
Las torrijas de leche me gustan tanto que yo las he canonizado. Pero hay otros tipos de santos, por ejemplo una persona que se entrega totalmente a los demás y solo vive para ellos, por ejemplo una persona que entrega su vida a Dios y se va a un convento para ponerse a su servicio.
También podría ser santa una puta que se vuelca totalmente en el amor que ofrece a quien lo necesita, o aquel que se pone de escudo delante de un amigo al que van a disparar, o el que dona todos sus bienes a los necesitados y vive de forma miserable.
De todas formas, para ser santo no hay por que dar la nota, no habría que llegar a estos ejemplos tan dramáticos. Santo es simple y llanamente quien vive cada momento consciente de sí mismo y haciendo aflorar su yo más verdadero. Yo, sin ir más lejos, podría ser una santa.
¿Pero cuál es mi yo más verdadero? Yo tendría que aceptar mi situación y mis circunstancias, pero no las acepto. Tendría que ayudar a los compañeros que lo necesitan, pero no puedo y, las pocas veces que puedo, o no me acuerdo o no tengo ganas. Tendría que ser alegre, serena y dulce, pero para eso tendría que estar borracha y yo no bebo. No tendría que quejarme tanto como me quejo, pero me duele la vida y me quejo, que yo sé lo que es el dolor. Y tendría que... y tendría que... y no tendría que quejarme si acaso sino por el cauce reglamentario, dirección, administración, cuidadoras… Y tendría que escribir en el Taller de Escritura en vez de estar pensando en torrijas de leche.
Mi fe en Dios es fuerte, pero es más fuerte mi fe en las santas torrijas. Si no voy a misa es porque siento un fuerte dolor de cabeza cada vez que lo hago. En cambio, con las torrijas no me pasa, no me duele la cabeza.
En fin, que las torrijas sí que son buenas. Ellas sí que se merecen el cielo, más que yo.

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