La Santa Torrija

Isabel
Cuando llega la Semana Santa, llega el tiempo de las famosas torrijas. Las hacen de vino y de leche, pero a mi me gustan más estas últimas. A mi hermano le gustaban más las de vino, que se las comía corriendo, sin dejar ni una. Lo que pasa es que ahora está peleado con mi madre y ya no le hace más torrijas.
Las torrijas de leche me gustan tanto que yo las he canonizado. Pero hay otros tipos de santos, por ejemplo una persona que se entrega totalmente a los demás y solo vive para ellos, por ejemplo una persona que entrega su vida a Dios y se va a un convento para ponerse a su servicio.
También podría ser santa una puta que se vuelca totalmente en el amor que ofrece a quien lo necesita, o aquel que se pone de escudo delante de un amigo al que van a disparar, o el que dona todos sus bienes a los necesitados y vive de forma miserable.
De todas formas, para ser santo no hay por que dar la nota, no habría que llegar a estos ejemplos tan dramáticos. Santo es simple y llanamente quien vive cada momento consciente de sí mismo y haciendo aflorar su yo más verdadero. Yo, sin ir más lejos, podría ser una santa.
¿Pero cuál es mi yo más verdadero? Yo tendría que aceptar mi situación y mis circunstancias, pero no las acepto. Tendría que ayudar a los compañeros que lo necesitan, pero no puedo y, las pocas veces que puedo, o no me acuerdo o no tengo ganas. Tendría que ser alegre, serena y dulce, pero para eso tendría que estar borracha y yo no bebo. No tendría que quejarme tanto como me quejo, pero me duele la vida y me quejo, que yo sé lo que es el dolor. Y tendría que... y tendría que... y no tendría que quejarme si acaso sino por el cauce reglamentario, dirección, administración, cuidadoras… Y tendría que escribir en el Taller de Escritura en vez de estar pensando en torrijas de leche.
Mi fe en Dios es fuerte, pero es más fuerte mi fe en las santas torrijas. Si no voy a misa es porque siento un fuerte dolor de cabeza cada vez que lo hago. En cambio, con las torrijas no me pasa, no me duele la cabeza.
En fin, que las torrijas sí que son buenas. Ellas sí que se merecen el cielo, más que yo.

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