Sentada del 17 de febrero de 2011

LA PASIÓN DE SU VIDA
Conchi
Juanito era un tío muy entusiasta. Siempre estaba diciendo “me va a tocar la lotería”. Y además se lo creía.
Pero el pobre tenía más mala suerte... Siempre estaba pensando que le iba a tocar y nunca le tocaba. Y mira que jugó durante casi toda su vida a toda clase de juegos de azar, pero nunca le tocaba nada, ni una pedrea.
A los 17 años su abuelo le había regalado su primer décimo de lotería. Se puso tan contento que saltaba de alegría. Su abuelo le había hecho un hombre, le había descubierto su verdadera vocación. Ya se imaginaba montando en la moto que se iba a comprar con el dinero del premio, paseando por la Calle Rioja, de Zarzaquemada, delante del instituto para que las chicas se fijasen en él.
Y aunque no consiguió el premio ni la moto aquella vez, ni ninguna otra, no perdía la esperanza y siguió comprando lotería todas las semanas. Y continuaba soñando, pero con todo y con eso no le tocaba nunca.
Y cuando salió la Primitiva, apasionadamente empezó a jugar, pero nada.
Y así pasó el tiempo, 33 años nada menos desde aquellas Navidades del décimo de su abuelo, jugando y perdiendo.
Hasta que un día, perdida por completo la esperanza, decidió no volver a comprar lotería. Era la Navidad de 2011.
Pero el 21 de diciembre se encontró un décimo tirado en el suelo y lo cogió. Al día siguiente retransmitían el sorteo nacional de lotería por la tele y otra vez que Juanito estaba sentado en el comedor de su casa, concentrado en los números que cantaban los niños y niñas de San Ildefonso.
Juanito, de pronto, oyó muy clarito su número, el que tenía en el décimo que se había encontrado. Se lo oyó cantar a la niña, que se había puesto un poco nerviosa, y no estaba seguro. Pero se dijo: “¡Ya era hora de que me tocara algo en esta vida! Cuando lo repitieron ya no había duda, y saltó de alegría cuando comprobó que todos los números coincidían y que los niños cantaban eso de “¡3 milloooones de euros!”.
Ahí fue cuando le dio el infarto, cayó al suelo fulminantemente, agarrado al primer y último décimo premiado de su vida.

PERDER EL TIEMPO
Carmen
Es tan difícil atrapar el tiempo…
Hay un tiempo sencillo, el tiempo meteorológico, que es el tiempo de siempre, el tiempo estacional, el tiempo del hombre del tiempo –en realidad, el hombre del tiempo es ahora mujer. Pero a mí que me perdonen los agricultores y los estudiosos del cambio climático en Bali, yo prefiero el sol y el calor porque, a pesar de mi abultada tripita y mi gran culamen, el frío me paraliza. Y además, quién sabe si con tantas desaladoras aparatosas y tantas praderas para campos de golf no nos acabaremos fumando todo el vapor de nuestras sufridas nubes.
Otra dimensión del tiempo es el tiempo-medida de algo, el tiempo cronológico. ¿Qué miden los relojes? Si acaso, la prisa que nos damos para todo, la cantidad de cosas que hacemos los urbanitas de grandes ciudades para intentar que no se nos escape eso que también llamamos el tiempo.
A tal hora reunión de esto y aquello, lleguemos pronto al cine que se agotan las entradas…Ir siempre de aquí para allá, en metro o en autobús. Quién sabe si nuestras abuelas, llevando un cubo achatado y circular llamado balde sobre su sufrida cabeza, protegida sólo con una pequeña almohadilla redonda y con un equilibrio digno del mejor trapecista del mundo, y otro cubo más alargado y con asa en su mano derecha para lavar la ropa en el río o el lavadero municipal, no serian más felices que nosotros ahora con tanto ajetreo.
Pienso ahora también en el adolescente de Tanzania. del Congo, los chicos de esas tribus que son capaces de pasar varios días y noches cazando en la selva y durmiendo en el suelo para cumplir su rito de paso, su primera comunión, y entrar así en su tribu con todos los honores. Servidora en su lugar sería incapaz, me moriría de terror allí sola.
Otro tiempo muy diferente, y que podría ser agobiante es el que pasamos encerrados en un ascensor averiado. Este tiempo tampoco lo miden los relojes, sobre todo cuando te asaltan fobias y miedos irracionales y se hace infinito.
Otro angustioso tiempo es el que pasan los inmigrantes, primero, perdidos en el mar dentro de cayucos o pateras rumbo a un país que no saben ni donde está o tal vez a la muerte… y segundo, perdidos también al arribar, lleguen donde lleguen. Mucho se habla del antiterrorismo, de la euro orden y de todo esto, pero sin quitar razón a estas cosas, ¿quién protege a esta gente de un tiempo que los maldice? ¿No merecerían ellos también otra interpol o alguna cosa que los protegiera de sus explotadores?
¿Y qué decir del tiempo del jubilado que se aburre al sol? ¿O del mal estudiante, que dormita en clase, y que contrasta con el más trepidante del ejecutivo de ochenta reuniones al día?
Hay tantas formas de perder el tiempo…

UN VIEJO LOBO DE MAR
HeavyMetal
Esto es otro homenaje, como el de mi amigo Alfonso cuando murió.
Le prepare un articulo precioso el verano pasado, que fue cuando murió.
Ahora le ha tocado el turno a mi tío Antonio.
Murió mi tío la semana del 14 de enero y lo enterramos el domingo.
Se ha quedado sola mi tía Momi, que salía conmigo a pasear por Madrid, por Callao. Ahora está con su hijo.
Su hijo Antonio y su nuera Mildre se van a quedar unos día con ella.
La mujer de mi primo Antonio es de Cuba.
Estás líneas quiero que sean un homenaje para mi tío, el homenaje que se merece el viejo lobo de mar.
Este verano me voy unos días a mi pueblo.
Lo comentamos en el funeral, mi prima Ana se lo dijo a Rafa, mi hermano.
Hace tiempo que no voy por La Casería. Es un cortijo en Andujar.
La semana pasada, en el evento tan crudo del funeral de mi tío, lo decidimos mi prima y yo.
La Casería es una finca de regadío. Allí, en verano, las noches son muy fresquitas
Durante el día, en Andujar no se puede respirar del calor que hace.

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