Juan "sin Miedo"

Fonso
Los que me conocéis ya sabéis que soy muy religioso. En realidad, yo me limito a seguir el consejo del apóstol San Pablo de predicar el Evangelio con ocasión o sin ella.
Recuerdo que, cuando era más joven, tuve un amigo de menos edad, Juan, que le echaba mucha cara a la vida. Sus padres, de buena posición económica, se habían separado hacia tiempo y él no dudaba en utilizar al uno contra el otro con tal de que le dieran todos los caprichos que le viniera en gana. Entre ellos, una moto de gran cilindrada nada más cumplir los 18 años, con la que iba alborotando por todo el barrio.
En las horas muertas que se pasaba de cháchara conmigo, yo le hablaba de la palabra de Dios y de paso le afeaba el chantaje que hacía a sus padres o su forma ostentosa de vivir y sin temor de Dios, que algún día se podía matar con la moto y Dios le iba a pedir cuentas de lo que estaba haciendo con su vida.
Aunque me solía escuchar con atención, Juan se mantenía en sus trece de ponerse el mundo por montera porque –me decía– tenía que vivir la vida, que para eso era joven y para eso tenía por padres unos primos que le daban todo sin pedirle nada a cambio.
En cuanto a que Dios le iba a pedir cuentas, no le preocupaba ni poco ni mucho porque –razonaba– primero, Dios tenía que existir, cosa que según él estaba por demostrarse, segundo, de existir, ya tendría él tiempo de arrepentirse, que la vida es muy larga, y tercero, que mejor sería matarse con la moto que morirse en la cama de una enfermedad.
Decididamente, mi amigo Juan se tenía bien ganado el apodo de “Juan sin Miedo”. Y por supuesto que se mató en la moto. Lo que no sé es si le daría tiempo a arrepentirse.

No hay comentarios: