Marco Antonio y Cleopatra

Fonso
Cleopatra era muy feliz hasta que se encontró con una amiga que le dijo:
–¡Hola, Cleo! ¿Cómo te va por estas alcantarillas de mierda?
–¡Mira tú, Rati, tan fina como siempre! ¿Que quieres que te diga? Pues no me faltan tuberías que roer aquí, y no aparecen gatos que me corten la digestión… ¿Y a ti, qué, por esos contenedores de ídem?
–¡Si me oyes quejarme de la vida, que me saque los ojos un gato! Entro y salgo del almacén de quesos y embutidos cuando me da la gana, no es fácil que muerda el cable que no es, ese que te puede dejar frita, y lo mejor de todo es que nunca hay trampas que temer ni moros en la costa que te zurren.
–¡Pues hija, Rati, me pones los colmillos largos!
–¡Pues mira, Cleo! ¡Cuando quieras te invito a queso!
Aquella misma noche, cuando se apagaron las luces del establecimiento, por las rejillas del sumidero, en la oscuridad del patio, aparecieron las cabezas, luego los cuerpos y por fin los largos rabos de dos ratas peludas que en un vistas y no vistas se encontraron de pronto en el paraíso de los roedores.
El caso fue que en un rincón de la nave, con las estanterías abarrotadas de quesos y los embutidos colgando por todas partes, sentado sobre las patas traseras, el pelo reluciente, que cambiaba de color con el parpadeo de un tubo fluorescente, y haciendo molinetes con el rabo, los ojos sonrientes, la mejilla derecha descansando sobre la pata delantera y relamiéndose las uñas de la izquierda, las esperaban los diez kilos largos de Marco Antonio.
Pues gracias a que el agujero de escape era demasiado pequeño y Marco Antonio demasiado grande, a que el gato se había confiado demasiado y a que el hambre aligera las patas, las dos ratas pudieron salvar sus vidas, no sin antes ser marcada por las uñas del felino la una y perder parte del rabo, y la otra dejar entre sus uñas las dos orejas.
Eso sí, en adelante la rata Cleopatra, ahora conocida en la colonia de roedores como Cleo la Rabicorta, ha hecho oídos sordos de los cantos de sirena de su amiga Rati y, sobre todo, no quiere saber nada de almacenes de quesos al cuidado de tipos tan indeseables como Marco Antonio.

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