La mujer manda

Laura y adredista 1
En la sierra de Guadarrama, no muy lejos de Madrid, hay un pueblo de 120 vecinos. Las casas son de piedra gruesa para protegerse del calor en verano y del frío en invierno.
Allí vive Tobías, tiene 60 años y desde hace 15, que enviudó, en su casa no hay quien entre: la limpieza del hogar y el aseo personal brillan por su ausencia.
Andrés, su hijo, tampoco colabora que digamos en las tareas domésticas. Nadie se lo había enseñado. Su madre era una verdadera reina de la casa en todos los conceptos y no necesitaba de él ni de nadie. Ahora faltaba.
Así pues, nadie pone orden en la casa, no hay horario alguno, se come cuando avisa el hambre y gracias a la lavadora la ropa estaba medio decente. Aunque la plancha jamás se utiliza ahora.
La conversación entre padre e hijo es escasa y siempre la misma.
–Andrés, cásate pronto, así no podemos vivir –dice el padre.
–Ninguna mujer se fija en mí, siempre voy un poco desastroso –responde el hijo.
Si la conversación se alarga, el tono se vuelve un poco más violento por parte de Andrés, que termina por responder:
–Cásate tú.
El padre intenta frenar los nervios y le razona:
–Yo no puedo casarme porque soy viudo y a los viudos no los quiere nadie.
Pero cuando menos se lo esperan, una chica le tira los tejos al hijo.
–No es que seas el mejor partido, pero sí el más desesperado –se presentó ella.
–¿Y a ti te sobra la vida, para desperdiciarla conmigo? –respondió Andrés.
–Soy una buena mujer y no soy ambiciosa. Tú y tu padre me dais pena.
Y al poco tiempo decidieron casarse.
Pero María, que así se llamaba ella, había puesto como condición adecentar la casa y adecentarles a ellos. Todos salían ganando, parecía. Pero María se ha convertido en una auténtica gobernanta, con todas las de la ley, y en casa hay que hacer lo que ella dispone.
Ellos dos, padre e hijo, sobre todo en las ocasiones en que María los pone firmes, añoran su vida de “guarros”. Al menos entonces eran libres.


No hay comentarios: