Mal carácter

Laura y adredista 1
Elías es un empleado ejemplar que obedece siempre. Pero no sólo a sus jefes, también a sus propios compañeros. Trabaja en la comisaría Nº 7 de la Policía Municipal con tal servilismo que se diría que está deseoso de recibir órdenes para ser feliz.
Suena el timbre que anuncia la hora de la comida. Todos en la comisaría se disponen rápidamente a bajar al comedor. Elías tiene hambre pero sigue trabajando. Como siempre, llega el último a la mesa, y eso hace que muchas veces, por llegar tan tarde, no pueda elegir su plato favorito.
En el trabajo come bazofias que en su casa rechazaría con energía porque, dirá, están mal cocinadas o sencillamente no le gustan. Porque en su casa Elías es otra cosa. Ningún compañero le ha visto rebelarse por algo en el trabajo, aunque tenga razones para hacerlo. No quiere que nadie le coja ojeriza, por eso todo lo acepta calladamente. Pero en su casa... en su casa el jefe es él.
Sobre las ocho de la tarde llega Elías a su casa. Su mujer le recibe con cariño y le estampa un beso en la cara. Él recibe el saludo con la frialdad de una estatua, al tiempo que pregunta: “¿Qué hacen los niños?”
Pero los ha visto y, sin esperar respuesta, les manda apagar la tele y hacer los deberes. Ellos obedecen sin rechistar porque siempre les hace el mismo razonamiento: “Quiero que el día de mañana seáis más que yo”.
Su mujer también calla, pero interiormente piensa: “Si es capaz de joder tanto para hacer tantos niños, no me puedo explicar por qué los trata así”. Y el beso de bienvenida cada vez es más frío.
Meditando sobre el mal carácter de su marido, siempre llega a la misma conclusión: “Traer el dinero a casa no te da derecho a someter a la familia”. Pero ni se lo ha dicho nunca, sólo lo piensa.

No hay comentarios: