Sentada del 23 de septiembre de 2010

LA ATRACCIÓN DE LO PROHIBIDO
Conchi
En la residencia donde vivo hay una cafetería, pero lleva más de un año cerrada. Ahora han puesto en la puerta de esa cafetería unas máquinas expendedoras con chocolatinas, sándwiches, de todo un poco.
El otro día, a eso de las nueve de la noche, al acabar de cenar, pasaba yo por delante de la cafetería cuando se me fueron los ojos detrás de un jovencito de uniforme... en realidad se me fueron detrás de su culo (iba a poner que de sus ojos, pero eso no se lo creería nadie). Para alargar el instante (y, cómo no, también para cotillear un poco), le pregunté qué hacía en ese momento. Estoy rellenando las máquinas, me dijo, y me ofreció una chocolatina. Yo le di las gracias pero le dije que no podía aceptarla porque soy diabética.
Fue una pena que se fuese tan pronto, pero siempre me quedará el recuerdo de su culo alejándose hacia la calle.
Después de un rato, cuando se me pasó el encantamiento y dejé de babear, me fijé en el contenido de las máquinas. Había de todo: patatas fritas, chocolatinas crunch, huesitos... pero lo que realmente captó mi atención fue un bollo con la base de chocolate. Fue verlo y empezar a salivar, parecía que me llamaba Conchi, cómeme, cómeme. Yo sabía que no debía, pero los impulsos de la cabeza me decían cógelo, cógelo. Y como mi movilidad es bastante reducida tuve que pedir ayuda a un voluntario que andaba por allí para que metiese la moneda y sacara el bollo.
Cuando lo tuve en mi mano izquierda (que es la única que puedo mover un poco mejor), sentí un placer como no había sentido nunca. La vocecita de mi cerebro volvió a gritarme, esta vez decía escóndete, escóndete, así que me fui a mi escondite secreto (un lugar en el que sé que nunca hay nadie) para comérmelo sin que me viesen.
Con lo que no conté yo (ni la vocecilla de mi cerebro) fue con los restos de chocolate que quedaron en la ropa y en la mano. Eso fue lo que me delató, mi mano llena de chocolate. Lo descubrió la cuidadora que me acostó al ir a ponerme el pijama y la faltó tiempo para apuntarme en el libro de incidencias por más que yo intenté negarlo diciendo que no era chocolate sino migas de pan, pero no coló.
Ahora ya no se fían de mí y noto los ojos de todas las cuidadoras fijos en mi cogote. Por eso, cada vez que paso por delante de la máquina de bollos me quedo mirando tontamente pero no me atrevo a pedirle a nadie que me saque uno. Me tendré que joder… o volverme más astuta y comer sólo bollos sin chocolate.


UNA LUCHADORA
Carmen
Victoria me impresionó cuando la conocí, que sacó adelante a 5 niños. Ojalá yo fuera como ella.
Dejó la escuela con 7 años y la llevaron a un pueblo de Toledo a servir con unos señores, que luego la casaron a la fuerza con un brutangas que apenas conocía. Al final, este necio fue su gran maltratador.
Para colmo de novela, ella me dijo que en la foto de su boda se ve al cura que los desposó mirándola con ojos de fauno, que la tragaba con ellos. Eligió muy mal el señorito para Victoria, pensé yo, ojalá que la hubiese casado con ese cura que tanto la miraba. Hubiera tenido mejor destino que con un marido jugador y vago.
Se levantaba a las 3 de la mañana para fregar y limpiar. Tuvo que colocar a sus hijos (a dos al menos) en un hogar infantil de la comunidad de Madrid, a los otros en guarderías y ella a seguía currando durante más de 15 horas al día. El matón seguía con la afición de mano larga, pero los niños decían a la madre: dale otra oportunidad, mamá.
Al final se cansaron de su mal genio y entre todos lo mandaron a paseo, y ninguna ayuda quisieron de él.
Conocí a Victoria en los viajes de COCEMFE. Hacía de asistente personal. Algo carera ya era, pero muy responsable. La primera vez que me asistió a mí, se hacía cargo también de Nieves y de Miguel Bauluz, muy retorcido, de los tres. De no ser por ella yo creo que Miguel ni come siquiera, porque su cuidador no sabía ni ponerle la cuña.
Uno de los chicos de Victoria sufrió un ataque cerebral y le hablaba mucho para estimularlo. No habla del todo bien, pero logró que volviera a caminar. Y hasta se ha casado con una moza coja.
Este tipo de luchadoras merecen más medallas que cualquier militar de Bosnia o Afganistán. Yo le haría una estatua, pero poco hice por ella. Si acaso, enseñarle algo de lo poco que sé de ortografía. Ella me enseñó a mí mucho más.


APUNTE PEPA
Mercedes
La hija se llama Pepa.
Hace un montón de años que no los ve, a los padres, ni los llamar por teléfono nunca, ni por navidad o en los cumpleaños. Ni siquiera el día de la madre o del padre. ¿Que por qué?
Tuvieron una discusión sobre el dinero hace ya mucho tiempo. Pepa era muy joven, pero ya estaba trabajando, y un mes se le ocurrió no darles el sueldo a los padres. Lo cierto es que eran muchos hermanos y hacía falta el dinero en casa para sobrevivir. Los padres le echaron una bronca a Pepa.
Y ella les dijo entonces:
–Aquí esta el dinero.
Fue lo último que les dijo. Se lo dio íntegro y no volvió a comer en casa. Sólo iba a dormir. Y nunca más ha vuelto a dirigirles la palabra.
Así estuvo dos años, pero no volvió a darles su sueldo nunca más. Hasta que se casó y se fue de casa.
Pepa los invitó a la boda, cierto es, pero ahora fueron ellos los que dijeron que no.
Los hermanos de Pepa sí que fueron, que un hermano es otro rollo.

No hay comentarios: