Sentada del 12 de agosto de 2010

MÁS ALLÁ NO HAY INFIERNO
Adredista 1
Conocí a Felipe, era uno de tantos que se quedan en la cuneta a vivir. Compartí con él la palabra y poco más. Pedía en la puerta de la iglesia o del mercado, según los días. Pedía sin pedir, sólo alargaba con timidez la mano izquierda semiabierta hasta que recogía lo suficiente. Solía compartir su pobreza con los indigentes que llegaban desorientados. Fue un torero frustrado en mi tierra, o mejor, un maletilla; de ello daban fe los pases al aire que su pequeña figura dibujaba los días de euforia. Nos hicimos amigos.
Una noche lluviosa de invierno su compañero de fatigas vino preguntando por mí. Con palabras casi imposibles por culpa de la borrachera me dijo que Felipe había muerto, que ya estaba enterrado y que, antes de morir, le había dejado, para hacérmelos llegar, 10 € de las últimas limosnas para que me comprara una botella de buen vino. Sé que llegué tarde, lloré de emoción y me curé de la nostalgia viendo a Felipe dibujando una larga torera en los atardeceres de cielo.

Extraños caminos me llevaron al taller de los adredistas hace dos años. “Jaula de Oro”, el libro de Alfonso Gálvez, cayó en mis manos, lo leí de una sentada, y mi primera impresión fue que, por culpa de la ataxia, lo había escrito con sus tripas y con las manos de Andrés.
Meses antes, había conocido a Alfonso mientras paseaba sus cabreos en la silla de ruedas manual. Él quería una silla eléctrica para llevarse el mundo por delante, como siempre había hecho, y no se lo permitían. Me dediqué a escucharle y a leerle, o lo que es lo mismo, a admirarle. El día de la presentación de su libro Alfonso estaba elegante, solemne, se podría confundir con una majestuosa estatua griega, si no fuera porque su alegría se dibujada intermitente en su boca sonriente, feliz.
El viernes pasado se liberó. El sábado 10 julio, desde el tanatorio de Parla hasta el coche fúnebre, un infinito camino de cinco metros a manos de dos oficiales funebreros me estremeció. Dudaron si meterle con los pies o con la cabeza por delante. No quise romper la magia sagrada del momento, pero mi pensamiento era decirles “con la cabeza por delante como hacen con los grandes hombres”. Se lo llevaron rumbo a Orihuela, dicen. Pero no es verdad. Ya estaba montado en su silla eléctrica, soñada tantas veces, y atropellando a un coro infinito de angelillos que llevaban en sus hombros de plumas al amigo Felipe. Y Fonso se reía... y reía.. y reía...


FIN DE SEMANA
Alberto
Domingo:
Por la mañana limpiaba a los hamster, hasta que terminó la monitora de hacer una cosa.
Luego fuimos a ver a mamá, pero llegamos tarde y no nos dio tiempo, porque la monitora enseguida vino por mí.
Por la tarde estuvimos viendo la televisión, pero como me dolía un poco la cabeza, me vine a la habitación a leer un rato la novela Lord Jim hasta la hora de merendar.
Lord Jim es un muchacho que se mete en un barco y conoce al capitán.
Luego merendamos y algunos compañeros pasaron a clase para firmar la tarjeta que le habíamos arreglado a Raúl, el monitor de la tarde, pues se iba a la residencia de al lado, que también es nuestra.
Luego cenamos y nos acostamos.

Sábado:
Fuimos a un teatro, que actuábamos nosotros. Y vi bailar a unas muchachas El amor brujo, de Manuel de Falla. Fuimos sobre las seis de la tarde.
En el teatro estaban todos mis compañeros y lo pasé muy bien. Yo, como no puedo andar todavía muy bien, me llevaron en la furgo. Y otros fueron en el metro.
Sobre las ocho de la tarde terminó y volvimos a la resi. Y vimos la televisión y yo me puse el pijama.
Más tarde cenamos y nos acostamos.

Viernes:
Hoy hemos comprado la jaula para el hamster camorrista y lo hemos pasado.
Cuando hemos venido del taller nos hemos puesto a comer.
Ahora estoy haciendo algo.
Ahora me voy a poner a leer la novela, que es muy bonita. Más tarde saldré a ver si tiene comida y agua el hamster, por si acaso no tiene. Y se lo digo al monitor, porque la televisión no me gusta.


ESTACIÓN DE TREN
Gerardo
La primera vez que vi el mar me hizo mucha ilusión, que le vi tan maravilloso que me gustó mucho y me hizo mucha ilusión de lo bonito que era, lo que sirve para pescar mucha clase de pescado.

El ordenador está cada vez más guapo. El coche es cada día más bonito. En el ascensor vale para subir la gente al cielo porque es maravilloso y por eso me gusta mucho. El coche se aburre en el aparcamiento.

Estoy en una estación de tren y voy corriendo porque me gusta correr los vagones del tren y me gusta pasear por la estación. Todos los días paseo poco a poco porque me encanta pasear mucho por la estación. Y me gusta mucho el tren porque me encanta mucho viajar entre vosotros.


ALGO DE ABRIGO
Loli
Veo las flores del campo y también los pinos. Desde mi ventana veo las nubes cuando son negras.
Desde mi ventana veo el sol y la lluvia cuando cae en las flores. Hay rosas en el campo.
Me gusta comer en el césped, con el olor a romero y también a rosas.
Hoy, como algunas mañanas, sale de la tierra el humillo que huele muy bien.

Cuando la mañana seguía lloviendo se hacían charcos en el campo. Yo salía a la calle a jugar y a meterme en el charco.
La lluvia es un poco maligna, por los coches que van por la carretera, y también las motos.
A mí me gusta ver la lluvia. Si no llueve, huelen las casas a alcantarilla.
Cuando llueve, me gusta, luego, salir a oler el humillo que sube para arriba y me siento bien.

Una anciana que pasea por el barrio de Lavapiés. Era muy cariñosa con los vecinos.
Un día la dicen que su marido está agonizando en el hospital.
La anciana, que tenía una hija, le dijo: “¿Me acompañas al hospital?”, y la hija dijo que sí. “Espérate que cojo algo de abrigo y nos vamos”.
Cuando llegaron, estaba arriba, en la capilla.

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