Samaritano

Alberto
Alberto, un hombre de 62 años, se metió en un taller. En ese taller también entró Andrés, un amigo suyo de toda la vida. Y los dos conocieron a muchas chicas. También hacían piezas de plástico, pero no ganan ni para el metro.
Más tarde hicieron una residencia y Alberto se metió allí, y conoció a los monitores. Y también tenían un pequeño zoo, con una oca y algunas palomas.
Luego fue a Guardamar con Antonio Mira, el monitor. Y tenía mucha gracia, pues se echaba la siesta todas las tardes y cuando se levantaba se iban de paseo y a tomar algo.

Si alguien se desmaya, primero daría la alarma y detendría el tren. Luego, cuando vinieran los del Metro, explicaría lo que hubiera pasado y los del metro ya lo arreglarían. También lo acompañaría a la salida a que le diera un poco el aire y, si yo no tengo prisa, me quedaría un rato con él.

Si alguien asustado va por la calle y me pide ayuda, yo buscaría a un guardia, pero primero le preguntaría que qué le pasaba. O bien le invitaría a tomar café y que me lo contara. Luego iría a una comisaría por si él quisiera poner alguna denuncia.

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