Paloma herida

Isa
Una niña encontró una paloma herida de muerte e intentó curar su pecho, atravesado por un perdigón. Pero la herida se infectó y murió la paloma. La niña se puso triste, lloraba mucho. Para consolarse, se le ocurrió comprar tres palomas mensajeras y las echó a volar en libertad. Con tan mala suerte, que un águila imperial mató con sus garras a las tres palomas. Al verlas ensangrentadas, a la puerta de su improvisado palomar, la niña volvió a llorar desconsoladamente. Para que no le mataran más animales, se compró una jaula con un periquito de color azul, tirando a blanco grisáceo, que brillaba muchísimo. La niña enganchó bien alto la jaula en la pared. La jaula era de color verde, tenía un columpio con un cascabel de color plateado y luminoso. La descubrió el gato y no paró hasta abrir la puerta sigilosamente. Y se comió al periquito, que estaba comiendo, distraído. La niña, al día siguiente, cuando vio la masacre, se mareó y perdió el conocimiento. Usaba gafas contra el mareo, pero con todo y con ello, estaba muy blanca y no se revolvía. Hasta se le rompieron las gafas en la caída y tuvo que hacerse unas nuevas.
La niña se obsesionó con su mala pata, y se quería comprar una anaconda o la culebra más venenosa del mundo. Se decidió por la anaconda al fin, pero un día, muy temprano por la mañana, la anaconda se había comido al gato. Lo sospechó porque dejó de oír su maullido de repente y porque encontró a la anaconda hinchada y muy gorda. Le abrió la boca para comprobar lo que tenía en la panza. Al ver a su minino, la asfixió y le abrió la barriga, y terminó saliendo el gato vivito y coleando, pero muy sucio. Estaba grasiento y manchado de sangre. La niña limpió a su gato, que quedó reluciente. Desde entonces, dejó la niña de comprar mascotas, desde las más pequeñas a las más bonitas.
Pero ahora viene lo peor, porque la niña se dio cuenta que ya no cantaba los pájaros para ella, ni volaban. Sólo hacían que saltar y piar como desvalidos, cosa que a la niña no le gusto ni un pelo. Pero es que también le gustaban mucho las flores, y ahora se acercaba a olerlas y no olían a nada. Lloraba de impotencia y rabia. Y el melocotonero del jardín, fue a coger un fruto, lo había visto madurar poco a poco, quería saborearlo, pero el melocotón no tenia gusto. Ni tacto siquiera, esa pelusa tan limpia también había desaparecido.
Y la niña se echo a llorar y a temblar. Estaba harta de todo. Creía que estaba gafada, con tantos problemas. Quería abandonar este mundo cruel. Por donde ella pasaba no hacía más que llover, no veía más que nubes, pero estaba tan rabiosa y tan triste que se acostumbró a la oscuridad y comenzó a dormir en su ataúd y vestía de fúnebre y siniestro. Hasta que un día se despertó en el ataúd y se dio un susto de muerte y ya no quería morirse y encontró una paloma herida de muerte e intentó curar su pecho, atravesado...

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