Los variables

JoséLuis
Era la Navidad del 68 y estábamos terminando de cenar. De pronto llamaron a la puerta. Venían los compañeros de partida de mi padre que vivían en los pisos superiores y que siempre bajaban, con el pretexto de que yo me distraía presenciando su partida de dominó. Y porque a mí, mis padres no me podían dejar solo.
Empezaban a jugar cuando a la mujer de Raúl, aburrida ya de tanto ruido para nada, se le ocurrió gastarles una broma. Raúl se levantó de la mesa y le dio una bofetada. Mi padre, que no se esperaba eso, exclamó:
–¡Delante de mí no se le pega a una mujer. Nos vamos todos a dormir!
Raúl se puso de lo más suave con su chica y con mi padre, pues quería continuar la partida; pero mi padre, que no pudo consentir que se adornara de ese modo nuestra reunión familiar de las Navidades, lo cortó:
–He dicho que nos vamos a dormir.
Nos fuimos cada cual a su casa y a sus habitaciones. Yo supuse que la pareja habría acatado la disposición de mi padre sin más escándalos, porque casi no se oyó ningún jaleo antes de que me acostaran y me venciera el sueño. Pero no, para Raúl no fueron concluyentes las recomendaciones, porque al día siguiente bajó con su mujer más acaramelado que nunca.
Esa noche, tuve que imaginarme una partida intensa en emociones y altibajos: tal como se expresaban siempre Raúl y su compañera. Gracias a ellos, me convencí que el 68 había sido en verdad el año de la paz y del amor.

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