Sentada del 6 de mayo de 2010

DOS HERMANOS
Laura y adredista 1
A pocos kilómetros de León, según se sale en dirección a Valladolid, hay una casa en el campo, cerda de la carretera, donde viven dos hermanos. Comparten las faenas propias del hogar y las labores del campo. Todas las mañanas, después de encender la lumbre en la cocina y mientras desayunan, se reparten, siempre discutiendo, las tareas del día. Fernando es el mayor y su palabra se impone siempre a la de su hermano. A Miguel, que ya ha cumplido 36 años, no le gusta que le impongan las cosas sin más y todo lo discute. Hoy se ha rebelado contra su hermano con brusquedad.
Todo comenzó cuando Fernando, siguiendo la costumbre, sin mirarle a la cara y con voz autoritaria le dice:
–Trae la leña para la lumbre.
–Podías ir tú, que a mí me toca todos los días –contesta Miguel mirándole de reojo.
–Eres mi hermano menor y el que manda aquí soy yo –gritó Fernando.
–Ya soy mayorcito para obedecer a ciegas tus órdenes tajantes. Además, cuanto más te obedezco más orgulloso te vuelves y menos te soporto.
–Alguien tendrá que ir, porque sin leña no podemos hacer lumbre y sin lumbre no podemos desayunar, y los dos salimos perdiendo –razonó Fernando.
–Pues la solución es fácil, tráela tú, que todo lo haces bien.
A Fernando le ha ofendido la desobediencia del hermano y, aunque siente la necesidad de comer caliente, no piensa acercar la leña. Visiblemente enfadado sale dando un portazo y se dirige a cuidar los animales.
Su hermano Miguel le observa por la ventana y, evitando coincidir con él, se va a trabajar al huerto. Está disgustado por su hermano y por no haber desayunado caliente. Vuelve a la hora de la comida y encuentra la casa desagradable por el frío y por la presencia de Fernando. Le gustaría no encontrarse con él, pero se lo tropieza en la cocina y sin haber preparado nada que llevarse a la boca…
(la autora, en este punto, como no soporta que dos hermanos estén así en la misma casa, enfadados y con semejante tensión, decide que se perdonen y preparen una comida caliente).FIN

COSAS DE HERMANOS
José Luis
El niño tenía ya los doce años cumplidos. Por esas fechas sorprendió a su hermano menor birlándole algo del monedero a su madre.
–Te he visto –se lo dejó claro–, pero no te preocupes, que no diré nada. Sólo tienes que hacer lo que yo te ordene a partir de ahora.
–Eres mi hermano, no estoy nada preocupado –contestó el chiquillo–, tú mandas y yo obedezco.
Desde ese día, el pequeño le seguía al hermano mayor a todas partes. La excusa era que tenía que hacer de su criado, pero sobre todo le seguía cuando el otro más deseaba estar solo. El hermano pequeño era como su sombra.
Hasta que un día consiguió lo que quería: lo sorprendió al mayor detrás de una tapia hurgando por debajo de la falda de la hija de la más beata del pueblo.
Entonces el menor lo interrumpió retador a su hermano:
–¿Sigo a tu servicio… “socio”, o renegociamos las condiciones del contrato?
El otro lo amenazó con la mano que tenía libre. El menor se alejó silbando de la tapia, pero no sin recordárselo otra vez:
–Pero no te preocupes que no diré nada, sólo tienes que cargarme la mochila lo que resta del semestre, de momento.

EL SOL Y LA POBREZA
MaryMar y adredista 7
Andrés había llegado a los cincuenta años defendiéndose en la vida con el dinero que le dejaba la fábrica textil de su propiedad. Había empleado a tres trabajadores para ayudarle a sacar adelante la fábrica, pero siempre trabajaron más ellos que él.
Cuando llegó la crisis, los comercios no le pedían tejidos y se vio obligado a cerrar la fábrica y despedir a sus empleados. A Andrés nunca le había gustado ahorrar y se encontró sin una perra.
Quiso pedir un préstamo al banco, pero le pedían un fondo de garantía o un aval. Pensó en su hermano Benjamín.
Andrés, que no se hacía a la pobreza, cuando se vio con dinero en las manos, lo gastó todo. Un día, no le quedaba ni para comer.
Los del banco le exigieron la devolución del préstamo. No podía hacerlo, pues se lo había fundido todo. El Banco acudió a su aval, Benjamín. Este tuvo que responder por el hermano, pero en lugar de dar el dinero al Banco, ingenuo él, se lo entregó a su hermano Andrés para que lo devolviera.
Andrés, que se vio otra vez con dinero, lo volvió a gastar en caprichos.
El banco acudió a su aval de nuevo, Benjamín, y se quedó con su casa y con su coche . El pobre Benjamín, sin comerlo ni beberlo, y esto literal, se quedó en la puta calle. Durmió durante muchos días en un banco de la calle y comía en un comedor social.
Mientras tanto, Andrés disfrutaba del sol radiante y seguía haciendo de las suyas.

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