Sentada del 20 de mayo de 2010

DESEO DE ESTUDIAR
José Luis
Ayer, viernes, le pedí a mi asistente de escritura, Gerardo, que por favor me acercase hasta el Instituto de Bachillerato Isaac Albéniz a clase de Matemáticas. Mi originalidad funcional no me permite ir solo, pues no soy autónomo de movimientos. Gerardo, o Petra, con la que escribo desde hace muchos años, son de las pocas personas que, además de confiar en mis capacidades, aún empujan mi silla para que aprenda más. Quiero estudiar el Acceso a la Universidad y por eso les ruego que, cuando puedan hacerlo, me lleven con el profesor de Matemáticas Santiago Cerisola, otra persona que confía en mí y me enseña en sus ratos libres álgebra, cálculo y geometría. Para que Santiago me pueda dar clase, Gerardo o Petra han de tener tiempo libre para empujar mi silla, y voluntad de hacerlo, puesto que yo no dispongo de recursos para pagar a asistentes personales.
Decía que ayer fuimos hasta el instituto y encontramos al profesor Santiago Cerisola disponible, aunque salía de una reunión del claustro y estaba un poco cansado.
Enseñarme a mí exige gran esfuerzo al docente, lo sé, no porque me falte interés, que me sobra, sino porque la comunicación es muy comprometida por mi hablar peculiar. La clase anterior, hace ya un par de meses, había sido genial. Había entendido el juego de las ecuaciones de primer grado y las probabilidades. Quería aprender más y llegaba muy ilusionado. ¿Que ocurrió ? Que el maestro sugirió que el ajedrez también podía ser de utilidad para mí y después de una breve instrucción sobre el manejo de las piezas, en vez de retarme a mí, se le ocurrió retar a Gerardo y como de espectador novato no se logra ver lo que sucede en el tablero, pues fue para mí una pérdida de tiempo.
No me quejo, que ya me he acostumbrado a las dos cosas, a que se interpreten mal mis silencios y a que se me margine en las fiestas y en lo que no son fiestas. Que se me considere un hinchapelotas. Subrayo simplemente que esto me ocurría ayer junto a dos personas que me están ayudando desinteresadamente a estudiar, casi las únicas que lo hacen. Sólo dispongo de ellos, de estos amigos que emplean su tiempo para dar satisfacción a mi deseo de aprender.
¿Qué puedo hace yo para estudiar ? Una única vez en mi vida, con siete años, rechacé yo la oportunidad de aprender. Me habían abandonado, o sea, que me habían metido como interno, en un colegio para diversos funcionales y yo interpreté aquello, era un niño, como el destierro que era, poco menos como que mis padres me habían echado de casa. Me resistí a todo allí dentro, hasta conseguir que me devolvieran a mi casa. No dejaba dormir a nadie.
Cuando en la adolescencia descubrí la importancia del estudio y de la instrucción ya nadie me hizo el menor caso. Para mí habían terminado todas las oportunidades, para un discapacitado, que necesita de ellas más que nadie. Si insistía en mi deseo de estudiar, mi padre, además, me contestaba que nunca sería capaz de nada, que no tenía voluntad.
Cuánto no me habré arrepentido desde entonces por abandonar el colegio de mi infancia. Pero había sido muy radical la separación de la familia. Me habían arrancado del núcleo que me protegía y me entendía, de las únicas personas que me trataban con cariño. Aún así, si alguien me hubiese explicado que en aquel colegio empezaba mi futuro, hubiese resistido incluso semejante crueldad. No tuve otra oportunidad, se acabó para mí la instrucción. Mi tristeza de niño abandonado, o depresión, me había cerrado todas las puertas.
Todas, salvo las puertas de las residencias del IMSERSO, donde vivo desde hace más de veinticinco años. Y donde el Estado no cubre con su asistencia las necesidades de instrucción de los residentes. No he perdido el tiempo, sin embargo, y, pese a mis dificultades para todo, pues casi nadie me entiende cuando hablo, no controlo por los espasmos ningún movimiento de mi cuerpo y no puedo manejar siquiera una silla manual pues no me obedecen ni brazos ni piernas, he conseguido dictar una novela a voluntarios con paciencia, que se ha editado y ha sido un éxito, De vuelta en Palestina, una narración de referencia ahora mismo en los colectivos de diversos funcionales, y no lo digo yo, pueden consultar páginas en internet. Tampoco puedo escribir con mis manos, pero ahora pruebo a hacerlo con la barbilla y un programa especial en el ordenador, de barrido, aunque también necesito asistencia para esto, pues el collarín en que va insertado el pulsador se mueve y el programa se me bloquea.
No tengo respuesta a la pregunta que me hacía de cómo podrá estudiar un individuo como yo. Sé que me asiste el derecho a ello, sé que no tengo medios ni recursos para hacerlo más fácil, pero también sé que no es por mi causa.
He acreditado mis capacidades y mi voluntad. Que nadie me diga, pues, que todos tenemos las mismas oportunidades. Yo, todo lo más, ya estoy aburriéndome de tener reconocidos unos derechos, como es el derecho a la instrucción, o a la accesibilidad o a la independencia, que tan sólo sirven para que algunas conciencias se consuelen con la ficción de vivir en un mundo ideal.
No puedo estudiar, llevo años intentando hacerlo, pero no me dejan las mil barreras que me ponéis. Es lo que quería decir.


BATUSI Y MEDITERRÁNEO
Carmen
–Hola, soy Batusi, ese barco de madera que está pintando la chica en el taller. Llegué hasta aquí de milagro, después de que muchos brazos cortasen árboles sin miramientos, sin reparar en el tremendo daño que les hacen, con las sierras mecánicas montando un gran escándalo de ruido que estremece los nervios de la vida y pone en fuga a todo lo que puede correr. Cortan árboles de fruta por crecer demasiado. Y árboles de sombra por crecer demasiado poco, en las aceras, después de años de sufrir torturantes podas, la pesadilla de los niños y de los sonotones. Y cortan el sauce llorón del parque con su cabezota pensativa de hojas un poco desesperadas, que parecía que se lamentaban y lloraban una pena muy honda. Y cortan los álamos del río que saben secretos de parejas y placeres de parejas. Y cortan hasta las pobres palmeras de Murcia, que los aviones regaron de bromuro de plata o algo peor. Con la excusa de hacer llover envenenaron el cielo, y las palmeras crecían en el cielo y comenzaron a llorar. Algunas porciones de estas maderas las usaron para fabricar muebles rústicos, otras para hacer andamios o entibar, incluso para armazones de tejados o artesonados, y hasta para los yates de los que se compran islas y tienen que conquistarlas. Pero el trozo de madera que a mí me ha modelado terminó en este taller de milagro. Iba sin remedio al basurero y alguien lo rescató y aquí estoy yo ahora, entre las manos de esta chica que me calafatea a base de acrílicos y me bautizó Batusi, las manos de una chica sin piernas, unas manos doblemente vivas las de esta toro sentado. Oh, qué orgulloso estoy de no ser un yate que conquista las islas más inocentes. Estoy orgulloso de ser un barco inútil.
–Oh, pues yo no soy inútil, yo soy una esponja y no soy de madera, no, yo nací en el mar, la patria sin fronteras, la patria que une orillas en vez de separarlas. Por eso yo no tengo raíces y mi chica, que también es coja, me llama Mediterráneo. Qué alegría le doy cada vez que me coge en sus manos. Ella se llama Carmen y me acaricia con su piel infinitamente, se demora y se demora y llega tarde a todas partes por no dejarme sola en la jabonera. Me lama también “Esponja de mis pecados” y “Caricia de espuma”. No sabe qué hacer sin mí, sin su Mediterráneo. –Carmen, baja, que te hemos levantado la primera y te vistes la última. Oigo este grito cada mañana, son las cuidadoras de ella, que la apuran. Pero a ella le gusta restregarse conmigo y no termina nunca. Yo sí que estoy orgullosa de ser la esponja de mi toro sentado, de mi Carmen.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

increible, por un trozo de esponja la de cosas que has escrito.

Anónimo dijo...

que me ha gustado.

Anónimo dijo...

molte grache son cosas de mi directorde blogs Don andrius mencia que lo cambia todo yo escribo en plan corin telladp y el en plan acrata y nunca vamos de acuerdo pero lo mejora gracias de btodos modos ¡¡pero tenemos cada agarrada