Para que no me olvides

Conchi
A mí se me ha olvidado algunas veces tomarme las pastillas de la contractura, pero tenía fácil solución: ir a enfermería. Se me olvidaba ir a las cinco de la tarde, que es una hora muy a trasmano. Menos mal que estaba mi madre que me lo recordaba. Si no, muchas veces me iba sin tomarla, y eso que era para la contractura de mi espalda, no de la suya. En los dos meses que estuve con la contractura sólo un día el fisio, César, me puso calor. El otro día fui a ver si me lo ponía otra vez, pero me dijo que tenía mucha gente, así que me volví a la habitación a ver mi tele de 32 pulgadas, la que me regaló mi tío estas Navidades.
Me puse muy contenta de haber recibido esa tele tan grande.
–Mama, ¿tú no quieres otra igual? – le dije a mi madre.
–A mí me sobra todo – fue lo que ella me contestó.
No sé por qué decía eso, así que se lo pregunto.
–¿Por qué te sobra todo?
–Si estuviera tu padre, sí que me gustaría –fue lo único que me respondió.
Mi madre viene todos los días a estar conmigo y se olvida muchas veces de traer el bocadillo. Coge un poco de fuet y se lo come en mi habitación, y después come un poco de fruta. A veces se la ha olvidado traer dinero, ha ido a hacer la compra al Alcampo y ha tenido que dejar la compra en la caja porque no tenía para pagarla. Otras veces se olvida de coger las llaves de casa y tiene que llamar a mi tía Irene, que vive cerca y tiene unas de repuesto. Si no, tendría que dormir en la calle o llamar al cerrajero para que abriera la puerta.
A las cuidadoras se les olvida bastantes veces poner las sillas a cargar. No la mía, porque yo se lo digo, pero sí la de mi compañero Víctor. También se les olvida quitarnos del baño a veces. Yo hace cuatro años llegué a estar desde las dos hasta las cuatro y media sentada en la taza del wáter, que se me dormían las piernas. Ahora, como me ponen la cuña, lo que se me duerme es el culo y me duelen los riñones, pues sólo tengo que esperar hasta que levantan a todos los demás, porque yo soy casi de las penúltimas. No protesto, aunque no sé qué es peor. Porque si te quejas eres malo, y si no te quejas eres tonto.
Yo me olvido de muchas cosas, por ejemplo, de sacar las macetas a la terraza.
–Si no me acuerdo yo no te acuerdas tú, maja –dice mi madre.
Hasta de beber agua me olvido, que es prudencial, pero a mí no me gusta nada.
Pero de lo que no me olvido nunca es del cumpleaños de mi madre. Y de venir al Taller de Escritura. No hay como desear algo para tenerlo siempre presente.

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