Miedo

Laura y adredista 1
María es una pobre mujer, siempre lo fue. Se crió en el campo y apenas fue a la escuela. Una amiga le enseñó a leer, a escribir y las cuatro reglas cuando ya era mayorcita. Sus padres la educaron para que siempre obedeciera a los mayores. Ya no viven sus padres y María ahora no sabe a quién obedecer, tiene miedo de casi todo.
Vive en la gran ciudad y le cuesta salir a la calle por miedo a perderse, ella, que en el campo no se perdía nunca. A veces comenta que la diferencia entre el campo y la ciudad está sólo en la falta de orientación. Recién llegada a la ciudad, tenía que preguntar constantemente y hubo demasiada gente que no le contestaba porque tenía pintas de pueblerina. Ella aceptaba todo con resignación, pues esa era la educación que le habían inculcado sus padres.
Hoy ha nevado, desde la ventana el espectáculo es precioso, hace mucho frío y las calles se han vuelto intransitables. He salido con mi silla de ruedas, he programado al mínimo la velocidad, voy muy despacio.
Llego al paso de peatones más cercano y me encuentro con una persona de mediana edad que no se atreve a cruzar la calle, es María.
Le pregunto si se puede pasar y me sorprende su respuesta.
–No podemos, porque vienen coches.
Pero en realidad no vienen coches. Yo le preguntaba si podíamos pasar pensando en la nieve helada, pero María no tiene miedo a la nieve y sí al tráfico. La comprendo, yo también tengo miedo, y le pido que me siga. Así pasamos por el paso de cebra dos miedosas juntas, yo porque mi silla de ruedas patina y ella porque los coches no respetan las señales.

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